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María Garralón: «Siempre he presumido que Madrid es como la ONU»

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Entra con un abrigo largo de color negro y gafas de sol, puntual a la cita se presenta María Ángeles Garralón Pérez de Mendiguren, un nombre que no cabría en el DNI de nadie, por eso todos la conocen por María Garralón (Madrid, 1953). En una semana exactamente cumple ‘taitantos’ años y no es porque se quite edad, sino porque tampoco le gusta presumir de ella. Se sienta y pide un café con leche, estamos en el restaurante Portomarín, justo frente del Teatro Valle-Inclán donde se representa ‘La pechuga de la sardinahasta el 29 de marzo, una obra de la que la actriz madrileña forma parte del elenco que completan: Manuel Brun, Marta Calvó, Jesús Cisneros, Victor Elías, Nuria Herrero, Marisol Membrillo, Cristina Palomo, Amparo Pamplona, Natalia Sánchez, Juan Carlos Talavera y Alejandra Torray.

María ha tenido rachas de trabajo que ella tilda de “maravillosas” y aunque ahora confiese que le cuesta mucho más, le ha llegado este proyecto del Centro Dramático Nacional, que califica de “milagro”, porque argumenta que “me encanta la obra y sobre todo mi personaje”. Ella encarna a Juana, la dueña de una pensión, en el Madrid de los años 60, en la que se recrea las historia de unas mujeres, cada una con su mundo. Una joven embarazada, suponía un gran problema familiar entonces, que decide tirar hacia adelante, la que sufre malos tratos y quien decide no ser víctima de los hombres, otra que se siente perdida por los años y no encuentra la estabilidad que quiere, entre otras. Todas estas historias confluyen en escena y Juana es el personaje fuerte, “el que decide seguir viviendo a pesar de que la vida le ha dado unos palos tremendos”, explica la intérprete.

El Teatro Goya de Madrid acogió el 8 de junio de 1963 el estreno de ‘La pechuga de la sardina’ escrita por Lauro Olmo. Este autor tuvo tanto éxito el año anterior con ‘La camisa’, que esta obra costumbrista de los años 60 no tuvo tanta repercusión. El director Manuel Canseco la ha retomado ahora dándole un giro de 180 grados para hacerla más rápida. Su hija, Paloma Canseco, ha diseñado una escenografía diferente a la de entonces, que estaba dividida en dos plantas, ahora es el rectángulo de la Sala Francisco Nieva, donde se puede ver no solo la pensión, sino también la calle y todo lo que sucede alrededor. María punta que Manuel “lo tenía todo claro y pudo hilar bien este retazo de vida triste y gris, lo que había en Madrid y España en general”, algo que a los 12 intérpretes no les resultó difícil de entender. 

La esperanza de Lauro Olmo

María vivía desde pequeña en Argüelles y el autor de la obra, Lauro Olmo, fue vecino suyo. El 11 de febrero de 1972 se produjo uno de los desahucios más sonados de la capital, ‘El Corte Inglés’ quería adquirir unos terrenos, en el que fuera el barrio de Pozas, para construir un centro comercial, “Olmo se negó a salir de su casa, montó mucho lio y lo escuchaba”, recuerda María. Lauro resistió durante un año en aquel terreno rodeado por ruinas y delimitado por las calles Princesa, Serrano Jover y Alberto Aguilera. Tras la entrada de ‘los grises’ se vio obligado a abandonar el lugar con su mujer y sus dos hijos de 9 y 12 años. En ‘La pechuga de la sardina’, “cualquiera de los personajes puede transmitir esperanza”, apunta María, algo que a la vista está que Lauro Olmo no perdió en su vida y lo extrapola a su obra.

Le pega un sorbo al café y casi se quema, “lo ponen caliente”, comenta María y razón no le falta. Durante la conversación una señora pasa por nuestro lado, la observa, sonríe y la actriz no se percata. De hecho, la intérprete se considera “bastante tímida”, pero ha aprendido con los años “a tirar para adelante como mi personaje Juana”. Lo de las fotos lo tiene más superado, la duda viene en saber responder a lo que le pregunta la gente. De hecho mañana, 19 de marzo, tienen un encuentro con el público en ‘La pechuga de la sardina’, algo que afronta con normalidad como lo hizo en el Teatro Fernán Gómez al representar ‘El Hotelito’ (2013). María acepta las críticas y nos confiesa que en ocasiones se siente abrumada, “me da mucha vergüenza cuando me dicen cosas bonitas, me pongo colorada”. 

Trabajos “míticos” con Mercero
 
María dejó su carrera de Turismo para dedicarse a la Interpretación. En la Escuela había un director artístico que se ofreció a darle clases de teatro y ella no dudó. Después se apuntó a su grupo de teatro y se presentó a las pruebas de acceso de Escuela de Arte Dramático. Posteriormente pudo entrar en la compañía de teatro de José Tamayo en la que estaba Concha Velasco, "quien me presentó a todo el mundo prácticamente como si fuera de su familia, entonces Tamayo no tuvo duda en darme la carta”, declara  la actriz, una misiva que le sirvió para obtener el carnet de meritoria y poder ejercer así la profesión.

A nivel familiar, María lo tuvo más complicado, expone que “mi padre lo llevó muy mal hasta que me dio el visto bueno, luego estuvo siempre muy orgulloso pero los primeros años fueron bastante duros”. Esto le sirvió para ser más pertinaz si cabe y llegarían sus primeras apariciones en televisión, entre ellas ‘Los Pajaritos’ (1974) en la que se hablaba de la contaminación en Madrid. “Cambian las cosas pero no te creas que tanto, vivo en Arroyomolinos y bajo en coche veo casi siempre una nube extraña y me pregunto ¿me vuelvo o me meto ahí?”, alude así la actriz a la polución que se padece en la actualidad.

Al año siguiente, haría de Encarnita en la serie ‘Este señor de negro’ y muchos papeles más. Aunque sin duda el gran público le recuerda por Julia de ‘Verano Azul’ (1981). “La serie a nivel personal me ha dado alegrías y profesional me quitó en su momento trabajo, pero soy muy insistente”, indica la actriz. A principios de los 90 fue para todos María de la Encarnación, aquella policía municipal que acompañaba a Romerales (Cesáreo Estébanez), “son de las cosas que mejor me lo he pasado en mi vida con Cesáreo y yo fuimos inseparables, cinco años maravillosos”, que rememora la actriz con una sonrisa.

 
Todos los trabajos antes expuestos fueron dirigidos por Antonio Mercero y parece que solo he trabajado con él”, señala María, que reconoce que todo lo que ha hecho con él “son cosas míticas y he tenido la suerte de estar ahí”.  Del 96 al 98 hizo de Rosi, esposa de Antonio (Miguel Rellán) en ‘Menudo es mi padre’ y ‘Compañeros’ del 98 al 2002, donde interpretaba a Rocío, la madre de Valle (Eva Santolaria) y Lolo (Daniel Retuerta), algo que se le da bien porque tiene dos hijos. En estas dos últimas series coincidió con “grandes profesionales” y durante siete años con Miguel Rellán en el que ve “a un hermano”. 12 años sin parar de trabajar en Antena 3 y ahora regresa a Atresmedia con ‘El incidente’, una serie de misterio y terror en la que María encarna a una ciega y no se puede decir más porque está pendiente de estrenar.
 
Escuela de arte dramático durante cinco años
 
María recibe en el Valle-Inclán la visita de muchos compañeros y ella también acude a verlos, como es el caso de Miguel con el monólogo ‘Novecento’ o Beatriz Carvajal en ‘A vueltas con la vida’ con quien también ha coincidido en televisión y teatro ‘Las chicas del calendario’ (2013). “Me siento orgullosa de lo bien que están los dos, trabajos completamente distintos y maravillosos” describe la actriz. Ella aún piensa en hacer un monólogo, se declina por la tragicomedia que es donde se siente mejor, aunque siempre ha tenido una vis cómica.

María tiene un amplio bagaje sobre las tablas con 16 obras a sus espaldas, aunque su auténtica escuela de arte dramático le vino de la mano de Pepe Rubio con ‘Enseñar a un sinverguenza’ (1975), quien tenía una semana para encontrar protagonista para su obra para estrenarla en el Teatro Fígaro. Tras verla en televisión se lo comentó a un amigo suyo casualmente conocía a María Ángeles Garralón, su nombre artístico entonces. “Todo en mi vida ha sido un cúmulo de casualidades, le dio mi teléfono y me llamó para ofrecerme este trabajo”. Durante cinco años recorrió España como la protagonista de la obra, Rosana, con la que pudo descubrir la reacción del público en las diferentes partes de la geografía nacional.

 
Pepe Rubio estuvo 16 años seguidos representando esa obra en la que hacía del caradura de Lorenzo. Tanto él como Antonio Ferrandis con Chanquete en ‘Verano Azul’ fueron en cierta medida absorbidos por sus personajes. María trabajó con ambos y pone en valor los anteriores trabajos de Pepe con Tamayo, por su parte “Antonio había hecho cosas maravillosas como ‘El Rinoceronte’ (1961) en el Teatro María Guerrero, el Óscar con ‘Volver a Empezar‘ (1981) y lo de Chanquete llevaba bien o mal dependiendo del día”, manifiesta María, que deja claro que en su caso “el que me quiera llamar Julia que lo haga, no me arrepiento de haber hecho ‘Verano azul’”.

“Madrileña de pura cepa”
 
María también ha tenido su hueco en la gran pantalla, entre sus películas destaca ‘El soldadito español(1988), de Antonio Giménez-Rico y ‘El chocolate del loro‘ (2004), de Ernesto Martín. El 27 de marzo estrenará en los Cines Palafox un film religioso ‘La espina de Dios’ en el que, como no, hace de Virgen María. La cinta narra una historia real y cotidiana de los tres últimos años de la vida de Jesucristo desde un punto de vista más humano. De hecho “la primera aparición que tengo es para regañarle para que venga a casa porque no puedo más con las tareas de la casa”, adelanta la actriz.
 
María Garralón ha nacido en Argüelles y ha vivido gran parte de su vida en Colmenar Viejo y actualmente en Arroyomolinos. "Siempre he presumido que Madrid es como la ONU, todo el mundo venía y se quedaba, estaba de buen humor y eso se ha perdido”, afirma. En este sentido, observa a la gente ahora “que no sonríe tanto y es normal porque no hay trabajo. Vienen de fuera y parece que no están contentos, antes todos tenían su espacio y ahora no lo encuentran”. Ese hueco lo ha sabido encontrar María en la interpretación, por eso recomienda a los actores y actrices que empiezan que “esto es un oficio y carrera de fondo, si llega un éxito con 20 años tu vida no va a ser un frenesí”, afirma con rotundidad, porque ella misma en ocasiones se ha visto abocada a renunciar a cosas como una seguridad económica. Y si algo tiene claro María Garralón, "una madrileña de pura cepa”, como ella se define, es que tiene muchas tablas tanto en el teatro como en la vida para afrontar lo que le venga encima.

 

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