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Pablo Raya sobre ‘El Fin: Rave en el apocalipsis’: «Es un buen sitio para morir»

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La obra ‘El Fin’ ha causado gran conmoción en el público asistente; habéis extendido las fechas de la función y varias personas hablan de volver a acudir a esta rave ¿Cuáles son los ingredientes de esta aceptación?

Los ingredientes son que es una movida bastante loca. La gente no sabe muy bien a qué viene y cuando sale no sabe muy bien cómo contarlo, por eso les invitamos a que vengan a probar la experiencia.

 

Trata sobre la última hora y media que queda en la tierra, porque va a caer un meteorito. Hora y media que se convierte en una fiesta ¿Cómo se traslada ese drama al público para hacerle creer que es su último suspiro?¿Cómo se consigue que ese mensaje cale y que luego el drama se convierta en jolgorio?

Ese marco es algo que empieza a desarrollarse antes incluso de que el público entre en la sala. Los actores ya están en la entrada creando el universo de la rave, como el evangelista que tenemos intentando salvar las almas de los presentes, previniendo de que la gente no entre en ese antro de perdición; la música y los actores tratan al público como un invitado más a esa rave clandestina que se ha hecho viral.

La humanidad está sentenciada y se crean estas fiestas ilegales a través de las redes sociales. El público y nuestros actores se encuentran con el pastel. Para ponerles en esta situación empezamos poco a poco con batucadas, percusionistas en directo, que crean un ambiente urbano, junto con grafiteros, hiphoperos; todo está destruido con material de construcción, plásticos, redes, humo, oscuridad… El público, en cuanto entra, con esta presión, tiene poco a poco la oportunidad inmiscuirse en lo que le proponemos.

Se incluye un vídeo introductorio desde el big bang hasta el momento presente con una noticia en el que la NASA confirma que todos vamos a morir. A partir de ahí, se apaga la televisión y empieza la rave.

 

¿Por qué optáis por esta atmósfera underground en el que al final hay más cerveza qué sangre en las venas?

Al igual que nuestro personaje, la gente que viene a la rave es gente que no es muy familiar. Viene lo mejor de cada casa, con personajes bastante extremos. Son gente de barrio, con historias duras y que probablemente el mejor sitio que tienen para pasar el fin del mundo es una rave. En mi caso, me traje a mi madre a la primera función y le encantó.

 

Si bien los personajes son, como dices, ‘lo mejor de cada casa’ ¿Es a ese el público al que llegáis o la obra está abierta a todo tipo de personas?

Sin duda. La obra habla de valores universales. Cualquier persona, de cualquier edad, puede sentirse identificado con el mensaje que transmitimos y de lo que hablamos. También es verdad que se trata de una música más moderna y electrónica, mezclada con distintos estilos, particulares, para contar su historia: reggae, electroflamenco, african beat… cada personaje trae lo suyo. No es sólo música electrónica al uso, sino música original en español para contar la historia de siete actores.

 

Es un abanico cultural de la música

Era la necesidad de representar a los diferentes personajes en la música. Esto no es una rave normal, en la que vendría gente que iría de rave: esto es una rave del fin del mundo, descontrolada y hecha viral en las redes sociales; cualquier persona puede venir. La verdad que es un buen sitio para morir y ver cosas interesantes antes de morir.

 

A pesar de lo que puede parece a primera vista, tenéis un guión; no obstante, esa ausencia de la denominada cuarta pared hace inevitable la interacción con el público ¿Cómo se compagina el guión con la improvisación a la que os veis abocados?

Tenemos 70 páginas de guión y el público está invitado a participar. Según avanza el espectáculo, cada uno se posiciona en bandos, se identifica con los actores, vive sus últimos deseos e historias de amor. Todo esto puede ser un riesgo añadido a esta novedad que intentamos traer con esa propuesta, porque el público es un factor que no se controla, sobre todo en función de las cervezas que se toma. Tenemos un protocolo de emergencia por si el público se descarrila de la función, todos sabemos cómo reaccionar y encauzar de nuevo la historia.

 

A modo de anécdota ¿Algún compromiso sobresalto que hayáis tenido durante la representación?

Hay una escena que es un poco tensa con dos de los personajes en la que todo el público le empezó a gritar a la protagonista ‘Todos somos Ivanna’, y era imparable. A raíz de ese tipo de respuestas en una sola dirección salió la necesidad de crear este protocolo.

 

Esta obra ha tenido año y medio de preparación ¿Cómo ha sido el proceso?

Bastante orgánico. Desde un principio teníamos claro que queríamos una propuesta de teatro que rompiese con lo tradicional, que el público no disfrutase de manera pasiva, sino que lo viviese en primera persona. Queríamos hablar del carpe diem y buscamos el mejor escenario para entregarle al público esta propuesta. Pensamos en los personajes, qué personajes podrían traer problemas con los que identificarse y hacernos esta pregunta de ‘si el mundo se acaba ¿con quién pasarías tus últimos momentos?’.

Ese era el motor de la historia. A partir de ahí desarrollamos el guión. Nos metimos con el director musical. No son sólo lo que cantan los actores, sino la BSO que suena en todo momento.

 

El componente musical es original vuestro ¿Cómo desarrollasteis todo el musical?

Lo hemos creado al completo entre nuestro director musical, Gerard Martí y yo. Los tres echamos jornadas en estudio hasta 10 horas, hasta las cinco de la mañana, cuando la inspiración estaba con nosotros. Teníamos una afinidad de lo que queríamos. Era bastante orgánico crear porque nos entendíamos. Creo que ha quedado una mezcla bastante nutrida de diferentes vertientes. Ha sido todo un camino y las fichas han ido cayendo siempre por su propio peso.

 

Hay veces que a los artistas se les pregunta sobre qué viene antes, si la música o la letra ¿Cuál es vuestro caso?

Primero vinieron las escenas y luego la música. Normalmente venía la música y luego las letras, aunque ha sido bastante paralelo: íbamos al estudio y creábamos la base; luego volvíamos y cambiábamos la escena… y así con ensayo y error hasta conseguir la mejor opción para cada momento.

 

¿Cómo recibís esas críticas que puedan venir de los más puristas del género dramático?

Hemos tenido opiniones de todo tipo. Viene gente más cultureta, con otro tipo de teatro y con otro lenguaje, que quizá no terminan de encajar esto lo que están acostumbrados a ver. Sin embargo, hay una respuesta general del público que compra entradas de un espectáculo para disfrutar y pasarlo bien, y lo encuentra con un ambiente cultural y les ofrece divertirse, de vivir el teatro y el arte piel con piel, de involucrarse en la historia, de sentir de todo lo que pasa ahí y de que no viven una ficción, sino que están dentro de ella.

Es increíble cómo viene la gente, tímida, pero conforme pasa la función encuentra su lugar. Después de la función, el ‘after’ continúa y la gente no quiere irse, casi tenemos que echarles.

 

¿Qué previsiones tenéis con este apocalipsis?

La previsión es seguir haciendo funciones y llevar el proyecto al máximo nivel y que nuestro patrocinador, Carlsberg, nos siga apoyando y llevando. La historia en sí, que se vive en tiempo real, tiene mucha miga detrás. Hay demasiados antecedentes de los personajes que dan de sobra gasolina como para pensar en un proyecto audiovisual y llevar la historia a otro formato que nos permita conocer a los personajes mejor y de forma detallada. Seguimos trabajando y comprometidos con el espectáculo, intentándolo llevar al máximo exponente.

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