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La Fiscalía pide 96 años de prisión para el ‘violador del ascensor’

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El Ministerio Público acusa al individuo de dos delitos de detención ilegal; otros dos de agresión sexual continuada, dos delitos de lesiones; y un delito de robo con violencia. Gallego permanece en prisión desde el 16 de junio de 2017, fecha en la que fue arrestado como sospechoso de varias agresiones sexuales; y es que sobre el varón ya había sido condenado con anterioridad por dos delitos de asesinato y varios de violación. 

En concreto, la Justicia le sentenció a 273 años de cárcel por el asesinato de Marta Obregón -una joven de 22 años- y de Leticia Lebrato -de 17 años- en enero y julio de 1992 en Burgos y Valladolid respectivamente, así como por otras 18 agresiones sexuales cometidas durante los años 70’ y 90’. No obstante, el reo abandonó la prisión en 2013 al anularse la doctrina Parot y volvió a las andadas, aprovechando que las autoridades no le vigilaban. 

Los agentes de la Policía Nacional volvieron a arrestarle cuatro años después en plena calle y en presencia de su pareja, quien ignoraba todo el pasado y presente del violador.  Los cuatro hechos imputados, dos de ellos consumados y los otros dos en grado en tentativa, fueron cometidos en las inmediaciones del madrileño Hospital de la Paz por lo que también se le llegó a conocer como el ‘violador de la Paz’, creando una gran alarma social en el distrito de Fuencarral-El Pardo. El próximo 3 de octubre, será juzgado en la Audiencia Provincial de Madrid.

Según las investigaciones de la Policía, el ‘modus operandi’ de Gallego se asemeja al pederasta de Ciudad Lineal, quien dejaba a las víctimas en la misma zona después de forzarlas. La primera acción delictiva que la Fiscalía imputa ahora al acusado se produjo el 16 de diciembre de 2016 en las inmediaciones de La Paz sobre las 23:35 horas: el procesado abordó con una pistola a una menor de 17 años, quien afortunadamente pudo zafarse del secuestrador gracias a la intervención de varios viandantes que impidieron que se llevara a la joven. 

El segundo episodio tuvo lugar dos meses después, el 19 de febrero de 2017, también en la zona norte de la capital a altas horas de la noche y en los alrededores del citado centro hospitalario. Esta vez, el acusado logró llevar a la víctima hasta su coche después de encañonarla con una pistola. Según el escrito del fiscal, «la tapó con un gorro los ojos, la ató las manos por la espalda con bridas y la tumbó en el suelo de los asientos traseros del vehículo». A continuación la llevó hasta un domicilio situado en Segovia «donde maniatada e impedida de toda visión tuvo que soportar del procesado que la agrediera sexualmente en cinco ocasiones». Al día siguiente, después de lavar el cuerpo de la adolescente para evitar dejar vestigios, el hombre la dejó en una calle de Madrid. La joven tuvo que ser sometida a tratamiento psicológico por estos hechos, perdiendo el curso que estaba estudiando. 

El individuo volvió a actuar, de nuevo dos meses respecto al anterior episodio, el 2 de abril de 2017. Eran las 1:40 horas cuando Gallego abordó a otra joven a la que exigió que se introdujera en el coche, «llegando a empujones a meterla dentro del vehículo». La víctima logró huir del lugar. Ante el intento frustrado, el encausado decidió acudir nuevamente a las inmediaciones de La Paz semanas despues, el 14 de abril de 2017: sorprendió a una mujer a quien apuntó con la pistola en la cabeza, conminándola a subirse a su vehículo. 

«Tras darle leves golpes, la puso una brida y luego una cinta de pegar de pintor en las manos y tras taparle los ojos la sentó en el asiento del copiloto llevándola hasta la gasolinera», donde la obligó a mantener relación sexual completa». A continuación el acusado llevó a la mujer hasta Segovia donde durante más de seis horas la estuvo forzando sexualmente. Al amanecer la limpió y la llevó nuevamente a Madrid abandonándola en la calle.

Según explicó uno de los agentes del Grupo de Delitos Violentos de la Brigada de la Policía Científica de Madrid (DEVI) que participó en la investigación, dar con Gallego fue un trabajo arduo, ya que el ‘violador del ascensor’ o ‘violador de la Paz’ conocía las técnicas policiales, dejaba un intervalo de tiempo considerable entre las agresiones y tomaba muchas precauciones, dificultando que las autoridades recabasen las suficientes pruebas. 

 

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