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El Museo Naval expone la victoria del almirante Oquendo ante la flota holandesa en Pernambuco

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El Museo Naval de Madrid acoge, hasta el próximo 7 de enero, una exposición sobre uno de los episodios más gloriosos de la Historia de la Armada española, la victoria del almirante guipuzcoano Antonio de Oquendo y Zandátegui (San Sebastián, 1577 – La Coruña, 1640), sobre la flota holandesa del almirante AdrianHans-Pater, muy superior a las armas españolas, frente a las costas de Brasil, en Pernambuco, en 1631. El almirante español encargó a Juan de la Corte cuatro cuadros, recreando la famosa batalla, y se las regaló al rey Felipe IV. Las tablas se salvaron del terrible incendio que devastó el viejo Alcázar de Madrid, en la Nochebuena de 1734, y son las que ahora podemos admirar, junto con un quinto cuadro que Oquendo encargó para su disfrute personal.

En aquella época, Holanda quería disputar al imperio español su hegemonía en los mares, y en particular, en aquellas regiones productoras de azúcar. Fueron frecuentes sus incursiones en el Caribe, América del Norte, el Océano Índico, el Pacífico e India. En 1630, consiguen ocupar Pernambuco, en la costa de Brasil. El rey da el mando de una flota conjunta hispano lusa –entonces España y Portugal estaban unidas- al almirante Oquendo, quien parte de Lisboa el 5 de mayo de 1631.

Antes del enfrentamiento, Oquendo ordena a las carabelas portuguesas, que desembarquen la infantería de Marina española, para que les pueda servir de apoyo desde tierra. De hecho, esas tropas detuvieron los progresos de los holandeses en la región, en Bahía, Pernambuco y Paraiba.

Al poco de llegar a Bahía, al sur de la Capitanía de Pernambuco, el 12 de septiembre de 1631, la Armada española descubrió a barlovento a la escuadra holandesa, muy superior a la española en número y por la capacidad de fuego. Sin embargo, eso no intimidó a nuestro héroe, quien ordenó la formación de combate, no sin antes, en una muestra de su arrojo, dirigirse al enemigo con estas palabras: “poca ropa”, es decir, no tenían velas suficientes para detenerle. Con una hábil maniobra, consiguió ganar una mejor posición frente al enemigo.

Pronto se trabó un duro e intenso combate, como lo prueba el que hubo más de 600 bajas. Las naves capitanas de los dos almirantes sese entrelazaron en feroz lucha, cuerpo a cuerpo, sin velas, ni jarcias y con la tripulación diezmada. En el fragor de la batalla, una astilla encendida, disparada por un cañón español prende en la nave enemiga y amenaza con hacer estallar a las dos capitanas. Apercibido del peligro, el dálmata Jerónimo Maribradi acude con su barco en socorro de su almirante, remolcando al galeón Santiago y alejándolo del peligro. Al poco, estalla el barco insignia holandés, llevándose al fondo del mar a sus hombres y a su soberbio almirante Hans-Pater.

Oquendo regresó, en triunfo, a Lisboa, el 21 de noviembre de 1631. El Rey, en reconocimiento a su gesta le concedió una encomienda en Perú. El Almirante, conocedor del amor por el Arte que tenía su rey, encargó después las cuatro tablas que ahora se pueden ver en el Museo Naval, especialmente singulares, ya que apenas hay obras que describanuna batalla naval como lo hacen estos cuadros. En la exposición, también se puede ver el pendón que lucía en el Santiago.

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