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Con temor, nostalgia e incertidumbre, los vecinos dicen adiós a más de 40 años de vida en la UVA

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Hace más de 40 años el conocido barrio de la Uva -Unidad Vecinal de Absorción- celebraba sus conocidos Concursos de No-chebuena. En ellos, los mejores arreglos florales esparcidos por los amplios corredores abiertos eran premiados y destacaban  “la buena salud” de un barrio creado para combatir el chabolismo. Así lo explica Carmen, quien rememora unos tiempos en los que el hambre era más un estado permanente que una sensación, mientras observa cómo el Instituto de la Vivienda  -IVIMA- lleva a fin sus planes de remodelación. Y es que, la UVA que se creó a principios de los años 60 para albergar a familias extremeñas y andaluzas de pocos recursos económicos, se ha convertido hoy en algo muy distinto. Carmen vive en un habitáculo de 50 m2, donde los techos bajos la obligan a ir encorvada. “En verano hace mucho calor y, en invierno, la falta de calefacción nos hace pasar frío”, afirma Carmen. Las paredes son de ladrillo y los suelos no están debidamente pavimentados; de una casa a otra saltan los cables eléctricos en busca de una torre de tensión a la que acogerse. Una contraprestación de 1,80 euros, unas 300 pesetas, es lo que Carmen paga de alquiler. Como ella, la mayoría de sus vecinos.

Un plan para rehabilitar la UVA
Ante la preocupante salubridad de la zona, el Ayuntamiento redactó el  Plan Especial de Reforma Interior (PERI), que incluye el realojo de estas familias en viviendas nuevas. Casas que debían construirse -por empresas privadas y en régimen de precio libre-, en el mismo solar, una vez que se hayan derribado las deterioradas. Las tareas de derrumbe empañan los ojos de Encarna, quien ve desde la ventana de la casa en la que ha sido realojada, cómo se esfuman parte de los recuerdos de su vida.  Por si fuera poco, hoy no llega a fin de mes: “la vivienda es nueva, tenemos garaje, pero la mayoría de nosotros somos pensionistas y con nuestros ingresos no llegamos a fin de mes”, explica Encarna. Ésta es la principal preocupación de las tantas familias que viven en los ‘corredores’, aunque no es la única. En el censo vecinal en el que está basado el PERI no están reflejados todos los que viven allí. Esto implica que los que no estén censados no tendrán opción al realojo, quedando desamparados en el momento en  que el IVIMA decida derrumbar sus viviendas.

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