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La hora de Lisboa

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La primera vez  que viajé a Lisboa fue hace treinta años y necesitaba volver porque dejé allí parte de mi corazón. Cruzar el ‘Puente 25 de abril’ y atisbar el panorama de sus siete colinas, sus casas de tejados rojizos, y su luz azul atlántica, me hizo rejuvenecer. Con este elevado ánimo, pues, decidí redescubrir Lisboa. Un programa para visitar detenidamente la capital lisboeta puede muy bien empezar por el Chiado y el Barrio Alto, que conforman el cogollo más culto, mestizo y sofisticado de la ciudad. Partiendo de la Plaza de Comercio (escenario de la revolución de los claveles) y atravesando su impresionante Arco de Triunfo, se llega por la Rua Augusta al elevador de Santa Justa. Una interesante estructura neogótica que une la zona Baixa con el Chiado.

Allí aparece la bulliciosa Plaza del Rossio, el centro neurálgico de Lisboa, donde casi siempre apetece tomar un pringado (cortado) o una cerveja (cerveza) sentado en algunas de sus placenteras terrazas. Muy cerca de aquí no puede uno perderse la Estación de Ferrocarril, con sus puertas en forma de herradura, y calles como Carmo y Garrett, llenas de locales con solera, diseñadores, y típicos restaurantes como el Sinal Vermelho (Gaveas, 89), cuya especialidad -pulpo con almejas- es digna de saborearse.

Castillo de San Jorge y Barrio de Alfama
Otra visita imprescindible es el Castillo de San Jorge, ubicado en la colina más alta de Lisboa, y a la que se accede por tranvía. Desde esta atalaya se divisan las más espléndidas panorámicas de la ciudad. Desde las del Barrio Alto a las del ‘Mar’ Tajo (aquí el río parece ya un mar), pasando por las de sus dos imponentes puentes: el Vasco de Gama, de 17 km. de longitud y el del 25 de Abril. Al visitante le costará abandonar estas vistas, que ejercen un poder casi hipnótico en sus retinas. La ruta a seguir desde el Castillo de San Jorge no es otra que la del Barrio de Alfama. Se trata de un barrio popular, pero muy visitado por los turistas por su pintoresquismo. 

Bajando hacia la Catedral (Se) por sus angostas callejuelas e intrincadas escalinatas, se encuentran pequeños restaurantes -sin lujo alguno- pero con mucho sabor local. En ellos se asa pescado fresco, marisco, y frango (pollo), acompañado de vinos blancos del Alentejo o el Algarve. Por la noche se puede cenar al son del melancólico canto portugués, pues es en Alfama donde se ubican las más típicas casas de Fado y sus cantantes más genuinos. Sao Miguel es una de ellas.

Por otro lado, la celebración de la Exposición Universal de 1998 cambió la faz de Lisboa. Un evento que permitió que a Lisboa le llegara su hora de proyección internacional. El viejo barrio industrial a orillas del río se transformó en el Parque de las Naciones. Ahora es la mejor zona de ocio de los lisboetas. En medio de una arquitectura impresionante, hay un gran Centro Comercial, parques, restaurantes, teleféricos para recorrer la orilla del Tajo, y un Oceanario considerado el mejor de Europa. Cada verano es, además, escenario del Festival de los Océanos, todo un programa de festivales de música y actividades culturales de primer orden. Lisboa no deja ya a nadie indiferente. Es una ciudad para pasear, para vivir, y para disfrutarla sin límites, y que al abandonarla sólo piensas en volver. Y los españoles la tenemos, ahí al lado, ¡a tiro de piedra! 
 

www.franciscogavilan.net.
Más info: Turismo Lisboa, Rua do Arsenal, 15,
Tel.(+351)210 312 700.
www.visitlisboa.com;
Eurocom.Tel. (+34) 91 436 40 00.
[email protected]

 

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