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Munich, un cuento de hadas

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Cuando uno viaja a Munich, la capital intelectual de Alemania del Sur, se encuentra, como en cualquier otro lugar del país, con la euforia comunicativa de la famosa gemutlichkeit, la sonrisa del pueblo alemán. Es éste el mejor recibimiento que el viajero pueda tener. Los alemanes son, por lo general, alegres, acogedores y sociables, pero los bávaros confirman con creces este carácter afable. No te extrañe, pues, que cualquier desconocido te pida permiso para sentarse a tu mesa si no encuentra un lugar libre en la cervecería donde disfrutas de la blonda bebida y una auténtica salchicha blanca. Un rito social que nadie debe perderse. Y, si es en la famosa Hofbrähaus, mucho mejor, por citar una de las más clásicas, pero si está abarrotada no hay porqué preocuparse, ¡hay otras 5.000 cervecerías en la ciudad!

Moderna y tradicional
Munich es hoy una ciudad cosmopolita y clásica. Rodeada de palacios, parques, museos, monumentos, teatros, calles animadas, terrazas, y tiendas (exclusivas, o al alcance de todos los bolsillos), es una urbe en movimiento que segrega una seducción íntima y penetrante que hay que descubrir poco a poco. Aunque donde mejor se expande el alma germana es en la música. En este sentido, el visitante tiene la oportunidad de asistir a un sinfín de conciertos sinfónicos en el Palacio de Schleisshen. O modernos musicales en el Deutsches Theater (pop, jazz, etc.). Sin olvidar las óperas del Nacional Theater, los artistas de moda, o los conciertos al aire libre. Todo un repertorio para los amantes de la música clásica y moderna. Y es que el ritmo corre por las venas muniquesas…

Pero como no sólo de música vive el turista, Munich ofrece todo un mundo de contrastes. Más de cien museos, galerías, y pinacotecas deleitan a los aficionados al arte de todas las épocas. Para no despistarse entre tantas opciones, citemos las más importantes: los museos de Antropología (Völkerkunde-museum), el Paleontológico, el de Tecnología (Deutsches Museum), verdaderamente impresionante, y el de pintura (Alte Pinakothek). Pero si también te gusta ir de compras, Munich te deslumbrará con sus zonas peatonales, con los centros comerciales, las tiendas de recuerdos (Los Cinco Patios, por ejemplo) o, simplemente, las de comestibles que embriagan con su aroma especial. O si te apasiona ir a la caza de antigüedades, no te pierdas una visita al mercadillo de Auer Dult. Aún se pueden encontrar interesantes objetos a precios asequibles. Deambulando por sus calles, el viajero puede alternar sus paseos con las visitas  al Palacio barroco de Nymphenburg, el más grande y suntuoso de Alemania, o al coqueto Blutenburg, y, para huir del tumulto urbano y gozar de un descanso nada como perderse por el Jardín Inglés, el verde corazón de Munich. Si se dispone de tiempo, visitar los pueblos rurales a escasos kilómetros de la ciudad es otra de las más placenteras opciones, desde donde se avistan majestuosos los picos de los Alpes.

Fiesta de la cerveza, una experiencia única
En Otoño Munich se viste de fiesta con su más típica “movida”. Durante quince días, nativos y turistas de todo el mundo se juntan para brindar con jarras de cerveza. El olor a almendras y a caballa ahumada envuelve el ambiente muniqués mientras todos bailan al son más bávaro. Sin que las siempre sonrientes kellnerinnen, con sus blusas entrelazadas, dejen de servir la espumosa bebida. Así es Munich, una identidad que descansa en tres premisas: el saber vivir, el carácter afable de los bávaros, y su ímpetu innovador.

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