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Rostock, la perla del Báltico

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Es casi imposible llegar nervioso a Rostock por autopista. A lo largo de todo el recorrido en automóvil, el profundo verdor de las praderas que flanquean ambos costados de la carretera va impregnando tu cerebro de un placentero sosiego que, paradójicamente, ya no te abandonará durante toda tu estadía en la ciudad y en los encantadores Balnearios de su alrededor. Porque en Rostock, el mar, los bosques, la música, la gente, y la cerveza invitan a descubrir la urbe intensamente, pero a paso lento, para saborearla mejor…

Para contagiarse de su ambiente histórico y cultural nada mejor que acercarse a su casco antiguo. Las viejas torres y fortificaciones, que no desentonan con los edificios de otras épocas más modernas, confieren a la ciudad un encanto especial. En el centro se encuentran las principales iglesias. La de Santa María (Marienkirche), que alberga un hermoso reloj astronómico del año 1472, del que te puedes fiar absolutamente, y la de San Pedro (Petrikirche), a pocos pasos de la otra, que ofrece desde su torre una preciosa panorámica del casco antiguo y del puerto. Si quieres aprovechar esta zona para realizar compras, las cercanas calles de Kröpeliner y Lange, y la Plaza Doberaner te brindan las mejores ofertas. Pero si no quieres complicarte la vida o el tiempo apremia, en Warnemünde se encuentra el Centro Comercial Warnow Park donde hay todo tipo de tiendas y servicios.

La navegación, una noble obsesión
“Vivir no es necesario, navegar, sí”. Este lema, que presidía las aventuras náuticas de un viejo amigo, encaja como un guante en los habitantes de Rostock. El mar, los barcos, la navegación, la pesca, y el ocio marino son su forma natural de respirar y de vivir. No hay que extrañar, por tanto, que, entre otros museos, exista el de la Navegación. Curiosamente, éste se encuentra en el interior de un barco: el Traditionsschif, en el Iga Park, que expone a escala muchos barcos históricos. Y para fisgonear la forma vida de los pescadores de la época, nada mejor que acercarse al Museo de Historia Local (Warnemünde) en donde pueden verse las coquetas casitas de los que ejercían el oficio de la pesca, con sus habitaciones, dormitorios, y enseres de todo tipo. Los visitantes pueden disfrutar de este ambiente marino embarcándose, por ejemplo, en el Santa Barbara Anna (www.santa-barbara-anna.de), un magnífico velero desde cuya cubierta se puede admirar la ciudad desde otra perspectiva, mientras se toma aperitivos o almuerzo. O, simplemente, realizando excursiones chárter para pescar o hacer circuitos por el puerto con modernas embarcaciones. O visitar las cercanas ciudades costeras, con  su señorial arquitectura y excelente gastronomía.

Por otro lado, la cultura y el arte, como es sabido, es una constante en todas las regiones alemanas. De ahí que Rostock no iba a ser una excepción. En este sentido, merece la pena ser visitado el Museo de Arte Contemporáneo, que posee una extraordinaria colección de obras pictóricas, escultóricas, y del expresionismo y realismo alemán. Y también el de Historia de la Civilización, en el que se puede admirar el arte medieval con objetos de todo tipo: relojes, joyas, figuras, etc. Otro lugar curioso es el Patio del Carbonero y del  Guardabosques en Wiethagen. En él se encuentra el histórico horno de alquitrán Teerschwelofen, considerado único monumento técnico en Europa Central. 

Esto y mucho más te espera en Rostock.
 

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