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Vietnam

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Vietnam, un país que vivió hace tres décadas una extenuante guerra, ha recuperado su fascinante encanto de siempre. En el fondo, nada ha cambiado. Sus gentes, amables y serviciales, sus paisajes, de un verde profundo, y sus ciudades, exóticas y misteriosas, conforman un panorama que, cada vez más, atrae tanto a turistas selectivos como a expertos viajeros ávidos de nuevas emociones. El simple hecho de evocar la mítica ciudad de Saigón -rebautizada sin demasiado éxito al término de la guerra como Ho Chi Minh- nos traslada al esencialismo del sudeste asiático. Como se sabe, Saigón fue la capital de la Indochina francesa, y aún hoy, sigue conservando la vida y el ambiente que tanto fascinó a los colonizadores. Sus coloristas calles, bulliciosas, rebosantes de gentío, bicicletas, flamantes ciclomotores, y comercios de todo tipo, sumergen al viajero en un delicioso y embriagante caos.

Pero la mítica Saigón no es sólo su frenética vida comercial en donde uno puede comprar de todo: desde artículos típicos hasta los más modernos dispositivos tecnológicos. Es mucho más. Nadie debe perderse la visita a las pagodas budistas, artísticamente afiligranadas, de Giada y Giac Lam, vestigios de un milenio de soberanía china. Ni tampoco la Catedral de Notre Dame, la Ópera, el Museo de la Revolución, o la vieja Oficina de Correos. También merece la pena visitar los cercanos túneles de Cu Chi, una increíble red de galerías -una auténtica ciudad bajo tierra- que el Vietcong construyó durante la guerra para la infiltración de los guerrilleros comunistas.

Delta del Mekong y Bahía de Halong
Sin embargo, el viajero que ansíe ser sorprendido por las bellezas naturales del Vietnam, ha de dirigir sus pasos hacia el Sur. Allí se encontrará con el impresionante delta del río Mekong. Numerosos pueblecitos ribereños asoman desde los grandes brazos de tierra por los miles de riachuelos y canales que se entrecruzan y en los que se va diluyendo el gran río hasta desembocar en el Mar de China. Para disfrutar de este insólito paisaje lo mejor es alquilar una embarcación. Así, tranquilamente, desde ella, pueden admirarse las múltiples variedades de plantas tropicales, pájaros, árboles frutales, así como explorar el modo de vida rural de miles de familias que viven en casas flotantes, con costumbres intactas desde hace siglos. Un gran atractivo de esta zona son los mercados de Cai Be o Cai Rang en donde los campesinos venden sus productos, y a los que se desplazan en pequeños juncos que manejan con extraordinaria habilidad.

Por otro lado, las más de mil islas que emergen de las aguas del golfo de Tonkin son otras de las maravillas del Vietnam. Su nombre significa "la bahía donde descendió el dragón". La leyenda cuenta que un dragón celestial escupió trozos de jade y que cada uno de ellos se convirtió en una isla. Embarcarse en un junco y navegar a lo largo de sus islotes es una experiencia única. Como lo es también rematarla con una cena de pescado y marisco, recogido por los pescadores de la bahía, y tumbarse después a contemplar la noche estrellada desde la cubierta del junco. Es imposible resumir en un artículo toda la exótica belleza de Vietnam. La zona montañosa de Sapa, con sus poblados tribales; el gran puerto de Hoi An, con sus viejas casas de madera y galerías de arte; Hanoi, la capital del norte, representativa de la auténtica cultura vietnamita, con su intrigante barrio antiguo, son otros tantos ejemplos de este insólito país que, con sobrada razón, está interesando ahora a viajeros y turistas anhelantes de nuevas experiencias.

www.franciscogavilan.net.
Más info: Godwana, c/ Velázquez, 126, 28006 Madrid.
Tel. 91 129 9113. www.godwana.es

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