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Mad Cool 2016, hoja de ruta

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Ha resultado el Mad Cool un éxito a pesar de algunos problemas de ajuste el primer día, con una muy buena capacidad de reacción, y cierta sombra sobre la seguridad que surgió la semana anterior. Charlando con alguien del Ayuntamiento, en la presentación del DCode, me lo dijo claro. Se llegó a plantear suspender el Festival y es que después de lo del Madrid Arena se la cogen con papel de fumar.

Pero pasemos a la música. Complicado elegir qué dejar en el tintero en un cartel robusto donde los haya y que con disciplina germánica no dejaba resquicio entre grupos y apenas daba tiempo a moverse de un escenario a otro y llegar a tiempo. Un dominó musical de lujo con tres corrientes entrelazadas: rock, indie y electrónica.

Algo de lo que pude ver entero y bien metido en el ajo:

The Who han dado un concierto emocionante lleno de clásicos muy bien defendidos sin complacencia y con energía. No se puede dejar de sonreír al ver cómo afrontan My Generation: un tema escrito con veintitantos en pos de la combustión cuando pasan la setentena. Particularmente, Daltrey hizo todo un ejercicio de fina hipocresía británica al farfullar I hope I die before I get old… que el público sí cantaba como si inconscientemente estuviese pidiendo su cabeza.

Editors son una maquinaria industrial directa y rotunda mezclando guitarras y teclados como un magma. Británicos, no lo pueden negar, de B´ham y con un frontman realmente carismático, Tom Smith, por momentos, me ha traído a la cabeza a Ian Curtis –Joy Division.

Temples han sido un descubrimiento. Ventiañeros frescos y psicodélicos con un pie en el pop sesentero y lisérgico con pizcas beatlemaníacas –que no se muestran claramente en el directo. Por algo habla de ellos maravillas Noel Gallagher.

Jane´s Adiction era ese concierto que tenía que ver sí o sí por aquello mismo que a muchos les pasaba con Garbage: el recuerdo de la adolescencia. Ritual de lo habitual fue una piedra angular de lo que se cocía en la música hace un cuarto de siglo. Farrel ha estado, lo reconozco, irregular, pero sigue manteniendo un extraño imán para mí: entre pervertido y tierno, como de joker con mirada de niño o dandi decadente y vulnerable con esa mirada que pide ser entendido o, por lo menos, querido.

Prodigy sigue siendo una salvajada a vivir en primeras filas, una comunión explosiva, y por única vez en los tres días no me han mirado raro por no beber cerveza y darle al agua como las ranas, pensándome un pastillero. En fin…

A The London Souls, bajo un sol de justicia, los definió Aurora, de los Betrayers, con una sola palabra: «bandaca». Dúo setentero, explosivo y huracanado con Tash Neal a la guitarra y a la voz y Chris St. Hilaire, un jipi de baqueteo continuo, a la batería y a la voz.

Gary Clark Jr. es el músico perfecto, quizá demasiado perfecto. Gran guitarrista, gran cantante, buena planta, estilazo y múltiples influencias que de alguna manera le diluyen en un campo de todos y de nadie.

Y qué decir de Neil Young. Ha sido antológico, un aquelarre eléctrico de iniciación para los cachorros de Promise of the Real –la banda del hijo de Willie Nelson-, y para muchos de los allí presentes, en el arte de invocar tormentas de rock and roll: todos haciendo tribu y agarrados a sus palos con alambres como posesos. Todo un ejercicio de sacerdocio.

Siento no haber podido entrar por temas de aforo en el caldero de guitarras afiladas que fueron The Strypes; ver a lo lejos, mientras cenaba, a Band of Horses; y perderme por solapamiento a los 091. El tercer día, ya agotado y en shock por culpa del señor Young, se me escurrieron los pantanosos Ben Miller Band y en horario demasiado golfo: Corizonas.

Esperando con ansias el Mad Cool 2017…

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