El movimiento llamado de “Boikot, Desinversión y Sanciones” (BDS) contra el apartheid israelíno es más que una nueva cara del viejo antisemitismo.
Imaginen cómo será la cosa que la propia ONU, que tiene bien poco de amiga de Israel, afirmó en septiembre de 2019 que, y cito textualmente, “los objetivos, actividades y efectos del movimiento BDS son fundamentalmente antisemitas”.
58 municipios de España han visto cómo mociones del grupo BDS aprobadas por sus plenos han sido anuladas por la Justicia. En Madrid, la moción que garantiza “Espacios Libres del Apartheid Israelí” y que no se contratará a empresas o personas judías, se aprobó por los ayuntamientos de Rivas Vaciamadrid y Navalafuente. En donde no gobiernan neonazis. Se aprobó con los votos del PSOE y las diversas franquicias de Podemos e Izquierda Unida.
Son mociones que el parlamento alemán condenó el pasado mes de mayo de 2019; con los votos a favor no solo de la CDU, sino también de los socialdemócratas del SPD o Los Verdes. El BDS recuerda demasiado a la Alemania de los años 30, señalan. Aquí, sin embargo, el PSOE se suma a la barbaridad.
En la Asamblea de Madrid hemos condenado el antisemitismo en una declaración institucional y, en marzo, debatiremos acerca de este repunte de judeofobia, que no es único en España, sino que afecta a toda Europa. El informe “Experiencias y percepciones de antisemitismo” de la Agencia de la UE para Derechos Fundamentales señala que más del 30% de los judíos residentes en países como Bélgica, Alemania, Holanda, Suecia, Reino Unido, Italia, Polonia, España o Austria barajan la posibilidad de emigrar.
Desde la izquierda les dirán que ellos lo que son es antisionistas. Falso. El texto de estas mociones, su propaganda y sus acciones contienen todo lo necesario para encajar perfectamente en la definición de antisemitismo aceptada por la Unión Europea. La izquierda española debería de repensarse algunas de sus acciones y compañías.
