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La atemporalidad de la cultura, o como convertir lo provisional en definitivo

Si hay una característica que define a la cultura es, sin duda, su atemporalidad. Una composición de Boccherini o un friso romano tienen el mismo valor artístico ahora que hace 100 años. Es la grandeza de las creaciones culturales, que convierten lo provisional en definitivo, al margen del tiempo que trascurra.

Y algo así debe de haber pensado la Comunidad de Madrid con relación al tema de Conservatorio Teresa Berganza. No creo que nadie (bueno, quizás eso sea mucho creer dado el funcionamiento de la burocracia en nuestra querida Comunidad) pudiera imaginar que cuando en 1992 se instaló el Conservatorio Teresa Berganza en el edificio de la calle Palmípedo de una manera provisional (“nunca por más de cuatro años”), casi 25 años más tarde los profesores y alumnos de dicho centro seguirían peleando por conseguir una sede estable, definitiva y acondicionada que reuniera las necesidades mínimas que cualquier actividad docente requiere (como una correcta climatización, insonorización en las aulas, etc.) tanto como las condiciones legales y burocráticas exigidas.

El Conservatorio Teresa Berganza nació con un objetivo claro; popularizar el estudio de la música. Así, este centro ha visto refrendado su alto nivel de excelencia educativa siendo galardonado con el Premio Nacional de Educación en el año 2011 (otorgado por el propio  Ministerio de Educación), lo que es una muestra del esfuerzo que llevan a cabo día a día sus alrededor de 80 profesionales que imparten clases en este Conservatorio, y que ha hecho que dado su prestigio acudan a él alumnos de todas las partes de Madrid, convirtiéndose en uno de los centros de referencia en la educación musical no solo en la Comunidad de Madrid, sino de toda España. Pero su actividad no solo se ha limitado a la formación dentro de las aulas, ya que este Conservatorio ha  colaborado con salas de conciertos como el Auditorio Nacional de Madrid, incluso llegando a ofrecer intercambios de alumnos y experiencias educativas con otros conservatorios de Europa. Pues bien, no parece de recibo que tras 25 años de peleas, peticiones, reuniones, dimes diretes, promesas incumplidas y “vuelva usted mañana”, la situación en este prestigioso centro y sus 800 alumnos matriculados siga siendo la misma y no se haya podido encontrar una solución para esta interinidad, ya sea mediante el traslado a un edificio ya construido (circunstancia que parece complicada dada la falta de construcciones adecuadas en el distrito de Latina) o la construcción de un nuevo edificio. Sabemos que diferentes entidades ciudadanas, así como partidos políticos (desde Ciudadanos se está presionando para desbloquear esta situación) están intentado solucionar esta problemática. Y es que realmente lo más necesario e imprescindible es la voluntad política para solucionarlo, un acuerdo entre Ayuntamiento y Comunidad que ponga fin a este disparate. Porque el fomento de la Cultura es algo más que pronunciar vacuos discursos en inaguraciones de exposiciones o el llenarse la boca auto felicitándose de la cantidad de millones gastados en muestras multitudinarias; priorizar la Cultura pasa por el necesario e imprescindible apoyo a las inquietudes culturales de los sufridos habitantes de Madrid sobre todo cuando se refiere a la parte didáctica y educativa del día a día. A estas alturas del Siglo XXI parece indiscutible que todo organismo público debería ser consciente de que el enriquecimiento cultural de una ciudad comienza por una educación desde la base, facilitando el acceso a la oferta educativa-cultural, hecho que da la sensación de ser ignorada por los responsables de la Comunidad de Madrid en el sangrante caso del Conservatorio Teresa Berganza. Porque ciertamente la Cultura es atemporal, pero las sedes no deberían serlo…

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