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Bernat Soria y la gripe

Jorge Bustos

Bernat Soria ha dicho que "Zapatero será lo mejor que le ocurra a la política española en el siglo XXI, como Felipe González lo fue en el siglo XX". Esto ha dicho un médico que manda llamado Bernat. ¡Cómo prestigia hoy en las instituciones llevar un nombre o apellido sincopado, evocación catalana de progreso y oficialidad! ¡Qué diferencia con llamarse Bernardo! La misma que debe de haber en el fútbol entre llamarse Juan Pérez o Juninho Do Santos. Bernat podría ser el nuevo doctor angélico si no fuera porque ya es la bestia negra de la diabetes; igual que cupo al Aquinate el papel de inspirado exégeta de la Santísima Trinidad, bien pudiera Bernat hacer otro tanto con los abisales conceptos de Rodríguez, aunque en esto ya le tiene tomada la delantera el gallego Suso de Toro, quien vendría a ejercer la función de un San Buenaventura de Nunca Máis. El récord Guiness por la ovación más duradera lo ostenta Pavarotti, a quien aplaudieron tras una ópera durante una hora y cuarto sin parar. ¡Pongan ustedes a Suso y a Bernat a los pies del atril en un mitin de Rodríguez y ya verán dónde queda el récord del tenor!

Estos científicos se piensan que adular al poderoso les mantendrá en la prebenda que este les dio por no tener nada mejor a mano y que les quitará en cuanto lo tenga. En eso son iguales que los malos artistas. ¿Cómo saber si un artista descree de su propio talento? Porque andará pidiendo impuestos en la SGAE. Pero Bernat ya ganaba dinero curando diabetes a cascoporro… ¿qué falta le hacía un coche oficial?, se preguntarán los idealistas. ¿Pagaba el Estado acaso el carruaje de Darwin o de Mendel? Se conoce que Bernat piensa que, cuanto más tiempo sea ministro, más diabetes curará. Pero lo que hoy preocupa a los españoles, mayormente, es la gripe. Uno, que ha pasado las Navidades en cama con gripe, se pregunta a qué espera Bernat para solucionar esta epidemia. Si no piensa algo rápido lo tendrá que hacer Rodríguez en persona. ¿Qué hará Rodríguez? Emplazará en Moncloa al bacilo de la gripe, de consabido mal talante; le testimoniará su descontento ante los estragos causados por su falta de civismo; con solemnidad glauca, le invitará a deponer actitud tan reaccionaria como representa ir por ahí infectando ciudadanos y ciudadanas; y anunciará en rueda de prensa posterior un pacto o proceso de paz con la bulliciosa familia de los estreptococos, bacilococos, estafilococos y otros protervos y diminutos agentes obstinados en contrariar las infinitas ansias de salud de las civilizaciones. Una vez suceda esto, Bernat habrá perdido una ocasión de merecer el Nobel de Medicina, pero a cambio habrá ganado otra oportunidad de pedir a gritos el de la Paz para Rodríguez, por su capacidad de gestión de crisis bacteriológicas.

Que todo un doctor con barba blanca y antidiabético cepillee de modo tan obsceno al presidente que le puso de ministro, nos provocaría sonrojo en el caso de que la compasión dejara algún sitio para ello en nuestro ánimo. Porque tanta lástima da alguien que confunde gratitud con servilismo, como alguien que de verdad se cree que Rodríguez será algo más que Rodríguez para el siglo XXI español. En el polo opuesto, pero también con barba canosa, encontramos a Manuel Marín, que ha tenido la dignidad caballera no sólo de dejar un puesto facilón por creerse la neutralidad inherente al cargo, sino de decir, el día de su despedida, en la cara del mismo Rodríguez que le puso allí, que esta ha sido "la legislatura más dura y más ruda de la democracia". Pepiño, mente en quien toda burda confusión halla su asiento, dirá que Marín aludía a la oposición realizada por el PP, pero el caso es que a Rodríguez no se le vio saludarse con Marín cuando este terminó su alocución. La tensión apenas se notó porque Bernat andaría mientras tanto aplaudiendo alguna ocurrencia al presidente. 

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