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Bob Dylan

Acepta Dylan el reconocimiento del Nobel pero no irá a recogerlo. Si tardó días en dar señales de vida, seguramente pensando en cómo darle coherencia a este hito dentro de su carrera, ahora ya ha avisado de que no se pasará por tierras suecas. No debería sorprender a muchos que se llevan las manos a la cabeza pues siempre se ha mantenido en el camino de la contracultura, en paralelo al resto o directamente a la contra de la oficialidad por mucho que, como un clásico, sea reconocido aún por quien no le ha escuchado en su vida. Una cosa es agradecer el galardón y otra entrar en la domesticación que su aspecto formal requiere.

Las opiniones han ido en todas las direcciones: desde decir que se lo merecía más Sabina –cosa que zanjó éste de manera radical-, a mostrar preferencias por Murakami, Adonis y tantos otros… Luego están todas las radicalidades troll de todo pelaje que se pueden encontrar por las redes.

Está claro que hay autores que atendiendo a una tradición puramente escrita son superiores literariamente; pero si profundizamos más, dónde queda la transmisión oral de la poesía. Eso es Bob Dylan, un poeta a la antigua usanza, de aquí para allá, recitando con una guitarra o una banda de rock. Este premio es como dárselo a una forma muy pura de poesía y que sólo recae en Dylan como punta de lanza. Detrás: Woody Guthrie, los Beatniks y toda la prole de hobos, muchos afroamericanos, que dieron alma al viejo Bob.

 Ad latere. Tanto revuelo ha montado la Academia con la elección, que apenas nadie recuerda lo que supuso, por ejemplo, la elección de Dario Fo, y que ha fallecido por las mismas horas en las que Dylan recibía el relevo. Fo era un dinamitero que parecía estar siempre en escena, hasta paseando por la calle o pidiendo un café, y al que muchos le llamaban payaso sin conocer la importancia y la dignidad de éstos en la literatura. Tiró contra la derecha y contra la izquierda, contra la Iglesia –su jerarquía-; en definitiva: contra el poder. Qué decir, también, del Nobel preventivo a Obama como una manera de decirle que ya lo tienes y, ahora, a estar a la altura. No me pareció mal que los suecos pasaran a la acción y trataran con el premio de ponerle un recordatorio ético a quien tanto poder iba a tener.

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