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Bucaneros y poetas

Víctor Vázquez

La SGAE y su voracidad sin límite. “Corleoncitos” desfilando con “corcheas de cañones recortados”, los define Erasmo, siempre afinado en la tercera de El Mundo destilando telegramas. La última ha sido pedir casi seis mil euros a los padres de un niño al que han montado un concierto benéfico del que posiblemente no se saque ni lo que reclaman los bucaneros del pentagrama; como lo saben, quieren el cash por adelantado como las ‘pilinguis’ de Montera. Al final, ha saltado a los medios y por falta de agujero en el que meter cabeza deciden donarlo a la causa. Seguramente, para compensar, han revisado los i-pods de los que hacían cola para despedirse de Antonio Vega en los bajos del barco pirata donde montaron su capilla ardiente, para ver quién había metido algún tema en sus casquitos del que tirar carrete monetario y llenar la hucha. Deberían contratar a Julián Muñoz en la sociedad de autores, por aquello de ser fieles a la filosofía de empresa, ahora que lo han tumbado en la Universidad Juan Carlos I y no va a hablar sobre corrupción política como invitado de un ponente.

Al hilo, el Ministerio de Cultura pretende con González-Sinde, y aprovechando la presidencia de la Unión Europea en el 2010, aplicarnos disciplina Sarkozy, esa que consiste en cortar las conexiones de quien descargue “contenidos protegidos” y que el Parlamento Europeo ya ha prohibido sin autorización judicial al respecto. El napoleoncito pretende ser policía y juez en uno, siendo, para más pelotas, dirigente del país que se sacó de la guillotina la tan cacareada separación de poderes que en la práctica deja mucho que desear.

Me sorprende sin sorpresa la muerte de Mario Benedetti en mitad de la escritura de este artículo cortándome de un golpe la mala leche con la que pensaba continuar. Me levanto, preparo un café y mientras se decide o no a pitar la cafetera, busco alguno de sus libros por los estantes. El primero que aparece es El cumpleaños de Juan Ángel, un librito raro, ¿una novela en verso?, en todo caso un experimento setentero. El segundo: La casa y el ladrillo, de Visor, con una dedicatoria que dice: “a los que / adentro y afuera / viven y se desviven / mueren y se desmueren”. Pues eso.

La leña poética surge con el cadáver aún caliente. Preguntado Gamoneda en la presentación de sus Memorias de infancia -del pequeño canalla que fue- por la muerte de Benedetti, tuvo el valor de decir lo que pensaba: “Era un hombre necesario en el terreno del pensamiento social y en el de la honradez… Aunque yo no comparto su ámbito poético. Fue un ser admirable, pero utilizaba un lenguaje normalizado, el lenguaje de la comunicación coloquial que, aunque lo respeto, no lo comparto. En eso era un poeta menor”. Benditos los poetas menores, lo cual no es un demérito: hay quien considera a Lorca como el mayor poeta menor. Respecto a la palabra poética, es indudable que hay distintas corrientes y se toman posiciones. De ahí a la defensa de lo que no es necesario defender atacando, por parte de Chus Visor buscando sangre, hay una desproporción.

Escritor
http://barboletta.blogspot.es

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