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Buenismo

Así califican despectivamente a quienes opinamos, y me da la impresión de que somos muchos, que no se puede dejar morir a los emigrantes en el mar, aunque ya conociesen los riesgos cuando se lanzaron.

No creo que sea buenismo, que seamos tontos, que no nos enteremos, ni que produzca ningún efecto llamada el hecho de salvar a gente de morir ahogada. Pero me gustaría que esas personas que lo critican dijeran en algún momento cuál es su alternativa. La única posibilidad que existe cuando no se recoge del mar a un montón de personas que están en un bote de goma, sobrecargado y medio hundido, es dejarlas que se ahoguen.

Lo sabemos todos, por eso no se atreven a decirlo. No hay más perspectivas. En realidad cuando piden que no se les recoja, están pidiendo, sin querer decirlo, que se les deje morir en el Mediterráneo. Dudo que lo mío sea “buenismo”, pero sí que califico eso de “malismo”. Salvar a alguien de morir ahogado cuando se puede no es buenismo, es humanidad. Pedir que se le deje abandonado en medio del mar sí es malismo.

Puede ser cierto que Europa no puede acoger a todos los que quisieran venir, pero ese es otro debate. No hablamos de política de fronteras, sino de rescatar a quien se está ahogando. Y en ese momento no debemos pararnos a pensar si esa persona es buena o mala, útil o inútil. Hay que sacarle de allí. Argumentar para defenderlo que eso puede perjudicar al país o a Europa es, simplemente, ser desalmado.

Como si no hubiese suficientes muertos ya en el Mediterráneo. Mil desaparecidos en lo que va de año en ese intento desesperado de atravesar el mar. Y eso los contabilizados, porque probablemente sean muchos más los que se echan al mar. La gente que trabaja allí dice que esa es la parte menos peligrosa del viaje, que quizá algún día nos enteremos de lo que sucede durante la travesía del desierto y en los países del norte de África, donde, por lo visto, atracadores y grupos organizados diezman a los viajeros en busca de sus escasas pertenencias. Cuentan que de la inmensa mayoría de los que parten de sus pueblos nunca más se vuelve a tener noticias, y que las rutas de la emigración se están llenando de cadáveres.

Otra situación de llevar el cierre de fronteras más allá del límite de lo cruel nos la encontramos en Estados Unidos, con la separación forzada de los niños que han entrado ilegalmente al país, y su encierro en jaulas de manera inhumana. Todo para poder usar a estos niños maltratados como rehenes de cara a presionar a sus padres. Una estrategia preciosa, sí. No puede venir de ninguna persona mentalmente sana. Hasta los más acérrimos de los americanos se han dado cuenta que esa actitud traspasa muchas líneas rojas sobre lo que se debe o no se debe hacer, sobre hasta dónde podemos llegar para limitar la entrada en un país.

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