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Cerrar el periódico, apagar la televisión

Pablo Sagastibelza

Cuando estas líneas lleguen a los lectores ya sabremos los resultados de los comicios generales del domingo 9, pero en el momento de escribirlas tenemos que conformarnos con las encuestas. Las hay para todos los gustos, aunque la fiabilidad sea más que dudosa. Es normal que después del día H todos los medios de comunicación y analistas políticos nos ofrezcan comparativas y comentarios entre elecciones generales de años pasados, municipales, europeas, etc., etc., pero no es frecuente que nos hablen de las encuestas previas a todas esas consultas populares. Esas se suelen olvidar como si no hubieran existido, sobre todo si el resultado se antojaba ajustado. Ya se sabe que cuando se espera mayoría absoluta las encuestas suelen ser unánimes y relativamente sencillas. Casi todo se analiza a posteriori, pero pocas veces las encuestas: no sabemos cuál fue más acertada y cuál menos, tendemos a ceñimos a lo inmediato, quién ganó (todos ganaron…), quién perdió, cuántos escaños sube uno, dónde baja el otro, descalabro del de más allá. Sería muy interesante tener paciencia para guardar los datos y someterlos al juicio del tiempo. ¡Qué de sorpresas se lleva uno cuando "tira" de hemeroteca!

Hace pocos días, un amigo que se dedica al tema de las encuestas me contó su experiencia reciente. Me explicaba que puso en marcha a los encuestadores de su empresa lanzándolos a la calle de acuerdo a unas premisas sociológicas exigidas por los modelos estadísticos. Ya saben ustedes, hay que elegir personas que reflejen con fidelidad la media social de los ciudadanos del país: hombres-mujeres, distintos niveles de estudios, rentas variadas, población urbana y población rural, intensidad demográfica, jóvenes-adultos…: todas las variables se meten en la coctelera matemática, se agita y sale la estadística, que a su vez toca interpretar a los gurús de la comunicación política con la prudencia que les caracteriza, por si acaso.

Este amigo me explicó que, para aprovechar los estudios previos, no hacen una sola pregunta al ciudadano de a pié sino que es frecuente hacer varias consultas al mismo tiempo, sonsacar información sobre el mismo tema desde distintos puntos de vista.

La cuestión es que tocaba elecciones generales y allá que fueron en busca de la muestra perfecta. Muchas preguntas, decenas de personas, y toda la parafernalia del tamiz de los números. Al poco tiempo, después de trabajar sobre los datos brutos, entregaron al cliente los resultados previsibles, que son los que menos cuentan en este caso.

¿A quién votó usted en las pasadas Elecciones Generales del 14 de marzo de 2004? era una de las preguntas que acompañaban a la de ¿a quién va a votar usted en las próximas Elecciones Generales del 9 de marzo? La segunda de las cuestiones puede ofrecer un margen de duda al ciudadano que todavía no ha decidido su voto, pero lo que parece que claro es que el primero de los interrogantes es neto: voté a tal, voté a cual, voté en blanco o no voté. No hay desviación posible.

Aquí esta la cuestión. Sobre lo supuestamente infalible, mi amigo me decía: "fíjate si hay que hacer poco caso a las encuestas, que lo que la gente nos ha dicho sobre 2004 no es verdad, no coincide lo que dicen con lo que pasó", es decir, que los modelos estadísticos fallan más que una escopeta de feria, o la gente miente como bellacos.

Ya veremos lo que ocurre en los próximos comicios, pero esta experiencia me confirma la teoría de que hay que llegar a la campaña con el voto decidido, y en estos días cerrar el periódico -menos El Distrito- y apagar la televisión.
 

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