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Comenzar por bajar la colina

Pablo Sagastibelza

“Señor Frodo, comencemos por bajar la colina”. Esta frase -tan sencilla en apariencia- es lo que le dijo Sam Gamyi a Frodo Bolsón cuando desde lo alto de un collado vislumbraban la última parte de su camino hacia el Monte del Destino, lugar en el que debían arrojar al fuego el Anillo Único y así salvar el mundo.

Ante ellos, el panorama de Moria era desolador: cuarenta o cincuenta kilómetros de lugares inhóspitos y resecos, millares de orcos y otras criaturas malignas al servicio del Mal que no dudarían en apresarlos y maltratarlos, sin apenas comida ni agua, agotados, mal vestidos, inmersos en una oscuridad opresora y en un aire irrespirable, con el peso inigualable de la responsabilidad y la atracción por el propio mal que portaban. Una tierra de ceniza donde lo único que crece son espinas de un pie de largo duras como alambres. Y el Ojo, el Poder Oscuro escrutador ante el que ya no cabía esconderse. Un lugar abominable.

Se trata de una frase sencilla pronunciada por un alma sencilla, un hobbit amante de las flores, de la cocina y de la tranquilidad, que añoraba reunirse de nuevo con Rosa para fundar una familia y un hogar. Un hobbit enamorado de los elfos, pero profundamente consciente de que su mundo no era el de esos seres tan especiales sino su Comarca, el trabajo cotidiano, las batallas ordinarias que se libran en la vida normal y corriente de siempre.

Sencilla en apariencia. Profunda cuando se reflexiona sobre ella. ¿Cuántas veces nosotros nos encontramos ante una tesitura semejante? Sam Sansagaz nos enseña de nuevo que ante la montaña de todas las cosas por hacer, de los peligros, dificultades e incertidumbres del día y de la vida hay que comenzar por bajar la cuesta de lo inmediato, eso es lo que está en nuestras manos. Apoyados en el camino recorrido, en el pensamiento de los seres queridos y de la misión encomendada a cada uno debemos empezar bajando la pequeña cuesta que tenemos delante. Pensar en todo al mismo tiempo provoca bloqueo, sensación de impotencia, y hace que ni siquiera seamos capaces de bajar la pequeña colina que tenemos ante nuestros ojos y que, sin embargo, es asequible a las fuerzas que nos quedan. Después de esa pequeña cuesta vendrá otra, después otra y otra y otras más, pero la primera es la que hay que bajar.
Como bien respondió Frodo: “tengo que hacer lo que esté a mi alcance”.

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