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Coronado e imperial Iglesias

Al muy noble, leal, coronado e imperial, ilustrísimo Pablo Iglesias, líder del partido denominado Podemos. Permítame el atrevimiento de iluminar en su inmensa lucidez un atisbo de sensatez. Quería informarle a vuecencia y bajo mi humildísima opinión, que en caso de que el país esté amenazando ruina, los gobernadores, entre los que usted actualmente representa tal alta distinción, estarán obligados de la misma forma que va referido: deben los líderes políticos declarar con distinción meridiana,  la situación real de la nación, evitando el engaño o distracción,  expresando la forma y modo como se ha de hacer y acometer la o las soluciones, y para que se entienda,  la costa de los reparos no debería ir a costa de aquellos a corto plazo puedan sentirse tentados pero que a largo  sean condenados a sufrir calamidades y suceder desgracias, como la experiencia con tantos ejemplos lo tiene demostrado y como ejemplo me atrevo a poner la República de Venezuela o Cuba. Y en caso de que no lo haga, el aquel demagogo estaría obligado a pagar los daños que por los malos tratamientos la sociedad hubiera recibido.

Si la censura o el recelo de ella fuera eficaz, yo, considerando la modestia con que muchos examinan las actuaciones de mi gremio (político de un partido que tiene a la sazón la virtud de gobernar) me he esforzado a que lo que puede ser y me gustaría que fuera, y no es otra cosa que  gozar de lo benévolo de los ciudadanos, que no es otra cosa que su confianza. El haber escrito este artículo fue el ver, cuántos yerros se cometen en daño de España, no sólo cuanto a sus vecinos, sino también de que hay muchos compañeros gremiales de sana intención, y otros desgraciadamente que no, y que erróneamente algunos de forma interesada que nos equiparen por igual. 

Sírvame  de alivio sacar a la luz un escrito para que aquellos primeros logren el acierto en todo como es mi deseo, y los que no, los segundos, llevados de la demagogia y la criminalización de todo lo existente, siendo malicia tan conocida y agravio digno de castigo con que los vecinos de nuestro país, no volver a concederles la confianza que de forma tan improvisada han obtenido. 
 
Hechas las diligencias necesarias y no pareciendo persona legítima con quien poderlas hacer, acudirá la sociedad para que con orden suya pueda el sucesor obrar lo que fuere, puesto que el que gobierna, ha tenido que pedir licencia a la sociedad sin engaños para no ofender lo estimado, y si no lo hace, ha de pagar los daños que le resultaren. 
 
Al igual que el señor rey don Felipe II queriendo como Salomón fabricar el Templo de gloria a Dios, eligió para la única maravilla del mundo, San Lorenzo del Escorial, a los más eminentes que entonces se hallaban, para dar cumplimiento a su glorioso deseo, la prudencia grande, y la inteligencia perfecta de la sociedad española elegirá para sus designios hombres célebres, huyendo de los que prometen gratuitamente, a sabiendas de que lo que proponen es inviable, y llevaría al país a la ruina y rechazo internacional y llenasen la boca de agravios al otro, para que tuviera el reino de España, una sociedad cuya perfección, si no venciera, igualara a los naciones extranjeras de cuyos gobernantes hubiera memoria. Porque tendré por bien empleado mi desvelo y trabajo con que a todos los que se pueda, les sirva útil.

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