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Crisis y cooperación al desarrollo

Pablo Sagastibelza

Desde hace meses, los recortes en el gasto público afectan de manera directa a las subvenciones para la cooperación internacional al desarrollo. Y es seguro que estos recortes van a ser cada vez más grandes, tanto los del Estado como los de Comunidades Autónomas, Diputaciones y Ayuntamientos.

El recorte brutal en todas las instituciones de nuestro país quiere decir que se deben paralizar -o se han suspendido- muchos programas de ayuda directa a países subdesarrollados, con las graves consecuencias que esto tiene para la vida de cientos de miles de personas que viven en la pobreza absoluta. Tampoco hay que olvidar el impacto directo sobre las instituciones del Tercer Sector (ONG’s y fundaciones, principalmente), que se sustentan en gran medida de la subvención pública.

Este panorama lleva necesariamente a la reflexión, que tiene que ser seria y profunda. En primer lugar, sobre la esencia misma de la cooperación al desarrollo: ¿qué es?, ¿cómo se ha gestionado? ¿Es sólo algo políticamente correcto para adormecer conciencias: migajas del pan del rico que caen al suelo para que el indigente las coma?, ¿o más bien se trata de una conciencia honda de la necesidad de acabar poco a poco con las enormes desigualdades que asolan el mundo? El tema es complejo porque esas ayudas al desarrollo nada son si no se acompañan con políticas comerciales, financieras…, económicas, plenas de sentido de la justicia.

Al mismo tiempo, visto el resultado de treinta años de cooperación al desarrollo existe un gran debate sobre la eficacia en la gestión de esas ayudas, ya que la ideología ha primado muchas veces por encima de la técnica y la profesionalización. Es cierto que han servido para que millones de personas puedan comer, vestirse, recibir algo de educación, vivir una vida un poco más humana…, pero no es menos cierto que se han despilfarrado miles de millones en proyectos defectuosos o sencillamente ridículos.

Otra reflexión insoslayable trata sobre el modo en el que los Gobiernos de los países beneficiarios han recibido esas ayudas, la corrupción, tanto de los que piden el soborno o la prebenda como la de los que dan y conceden para obtener trato de favor. Al final se trata de hablar de gestión, y de ética en la gestión, en ambas direcciones.

No se puede abordar el problema en unas pocas líneas, pero sí señalar que esta crisis que sufrimos debe remover conciencias y replantear sistemas políticos, sociales y morales.

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