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De estos mimbres, estos nudos

Víctor Vázquez

Es en las épocas de crisis donde se ve de qué madera estamos hechos. La situación tarde o temprano termina por quitarnos la careta de mediocres con la que nos obligan a bailar en nuestra cotidianidad; claro que el resultado es poco halagador: poca madera noble y mucho conglomerado de serrín prensado con tapitas de contrachapado es el tuétano de la mayoría.

Todo está adulterado, las soluciones que se plantean ante cualquier problema, y no hablo sólo del inmediato corto plazo, son parcheados de bicicleta antigua para mantener el engaño el tiempo suficiente para que la ‘yernocracia’ se lo lleve crudo. Hay un distanciamiento con varios abismos de por medio entre la clase política y la sociedad por muchos fuegos artificiales sociales que nos hayan vendido para tranquilizarnos con ayuditas del Gobierno mientras vemos la tele hasta que nos da una embolia.

Los problemas especulativos (p.e. Estatut, Memoria Histórica) priman frente a los reales de paro y un tejido productivo hecho de naipes y mordidas. Siempre ha habido diferencias y Merckel, en Alemania, toma medidas en base a un objetivo global aunque le perjudique en el corto plazo, y en su popularidad y futuros resultados electorales. Tiene visión de Estado y lo que es más difícil: visión de Unión Europea. En España lo primero siempre es el autoengaño y después el tomar decisiones a rastras con una política de guardería, vigilados en nuestro recreo por la nueva dama de hierro alemana y por el divino Obama que, con la excusa de preguntar cómo está el Rey, le toca el hombro a Zetapé para qué se deje de coñas. Pero qué le vamos a hacer, somos el país del surrealismo -lo siento por los franceses- donde al andaluz Chaves le tienen que hacer traducción simultanea cuando habla el también andaluz Montilla, empeñado en hablar -mal- el catalán y obligando al resto a educarse en el mismo idioma, mientras manda a sus hijos al colegio alemán.

A todo esto los sindicatos han estado sorprendentemente adormecidos hasta hace poco, a pesar de tener varios millones de parados soplándole en la nuca. Y qué decir del esperpéntico de Marsans en la poltrona de la patronal revolviéndose para que no le tiren de la silla de figurín mientras los que eran sus trabajadores siguen sin cobrar lo atrasado. Abaratar el despido es una de sus soluciones como interlocutor social; claro que podía ser peor, como en la práctica les pasa a los que eran sus empleados: despido = cero, últimos salarios = cero, y pasando de cotizar a la seguridad social en el final de etapa.
 
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