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De la tropa

Víctor Vázquez
La situación política es tan desastrosa como compleja. Si a eso añadimos las taras profundas que adornan a nuestros políticos y que sus intereses, mal camuflados de falso buenismo y ética de cartón, son excusas donde lo público es la herramienta para solucionarse la vida y la de la familia durante varias generaciones, en fin, que vamos jodidos. En el peor de los casos: dimitir y desaparecer con la buchaca llena, pues aquí lo que se dice ingresar en la trena o devolver el parné no lo hace ni el más pardillo… Ningún sesudo analista mejora la síntesis de Antonio Lucas –ya se sabe que es mejor un poeta que un economista-: “Joder qué tropa”. 
 
Regenerar la democracia desde la misma raíz resulta necesario, como muy bien intuyen los 15M aunque no tengan muy claro como llevarlo a la práctica –quién lo tiene. No es suficiente con blanquear la podredumbre de los ayuntamientos con cal como si fueran cementerios que brillan al sol, ni echar un cubo de lejía para cepillar las contabilidades Star Trek como si fueran mármoles con verdín.
 
Saquemos a los políticos corruptos de sus nichos en forma de despacho, mostrémoslos en las plazas de los pueblos con su hatillo de indigencia moral al hombro. Juzguémoslos al aire libre para ver dónde queda su empatía de mierda tratándonos como auténticos lerdos para que les votemos pensando que no podríamos vivir sin ellos, paternalistas absurdos y vende-relojes sin agujas. Son un mal necesario, de acuerdo, pero tratémosles como el mal que son y prevengamos para que el daño que provocan sea el menor posible. No les demos barra libre.
 
A nivel internacional, más de lo mismo. Doble rasero con Libia y con Siria. Vista gorda con China… Y se entiende perfectamente que los altos mandatarios occidentales respiren aliviados con la muerte de Gadafi después de la que podía liar soltando por esa boquita, si fuera entregado vivo a La Haya, de los que hace un suspiro eran los amigos del alma que le seguían la corriente a cambio de un full de petróleo, pasándose los Derechos Humanos por el arco de la libertad, y aplaudiéndole como si estuvieran en el circo mundial con su séquito de supuestas vírgenes vestidas de camuflaje, su pipa de colorao, sus jaimas con diván de faraón y sus jeringas para el botox. Aquí no se libra ni uno…, de la pura indecencia. Son lo que son: presidentitos democráticos. Gentuza a la que dan ganas de insultar, pero eso ya lo haré para desahogarme en mi incivilizada intimidad.

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