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De los que son perseguidos…

Víctor Vázquez

 

Hace unos días recorté de un periódico, para pegar en una de mis libretas, una cita de Lamartine que dice: “Yo soy de la opinión de los que son perseguidos”. Ahora que la leo, me sigue pareciendo una buena primera piedra para construir.

¿Qué ocurre entonces cuando son las dos partes las que se consideran perseguidas? Generalmente cometemos el error de no profundizar para quedarnos flotando agarrados al titular, no teniendo más remedio que tomar partido en la bipolaridad radical del todo a favor/ todo en contra y, así, sin ninguna duda acaba sonando el mundo como un violín de cartón con una sola cuerda.

Que los judíos han sido perseguidos hasta el destrozo, hasta un holocausto de azul frío, sólo lo dudan los tarados; que su Estado por pura ubicación los predispone como una aldea de galos con marmita nuclear en medio del turbión islámico, también. Pero, ay, con los palestinos que han visto como a lo largo de los años ha ido subiendo la marea de los asentamientos como un tsunami lento, fagocitando terreno casa a casa, familia a familia. Y menuda se ha liado con los dirigentes de Israel amenazando con cortar relaciones con su gran aliado americano por pedir Obama que se regresara a las fronteras de hace casi medio siglo. El problema está agarrado como un ciprés de misil en punta y raíces como flechas profundas clavadas en infiernos que envenenan una generación tras otra.

La solución -se ha demostrado- no vendrá de los políticos y puede que no venga de ningún sitio, incluso puede que ni exista; pero la tendencia ha de ser clara: la convivencia, y eso sólo lo puede hacer el pueblo, consciente y desde abajo, como ha ocurrido con la Primavera árabe o el más cercano 15M. ¿Idealismo?, puede ser… Busca lo imposible y alcanzarás lo improbable, venía a decir Murnau.

Dos ejemplos: Leo en un ejemplar del International Herald Tribune la historia de Moud Arqoub –palestino- que ha creado una página de facebook donde israelíes, palestinos y jóvenes de distintos países árabes hablan de fútbol, de música…, y del proceso de paz. Lo explica Arqoub: “físicamente separados es importante para nosotros poder interactuar sin barreras”.

Una prueba de que es posible es la película Adieu mères, del director Mohamed Ismail (Tetuán 1951), que nos muestra la convivencia entre judíos y musulmanes en Marruecos hasta que en la década de los sesenta los primeros empezaron a emigrar en masa a Israel. ¿Por qué avanzamos hacia atrás? ¿Tanto deseamos vivir en una Edad Media tecnológica? 

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