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Debate sobre el Estado de la Región

Los pasados dos y tres de septiembre se desarrolló en la Asamblea de Madrid el debate del Estado de la Región, donde se pudieron ver las propuestas del gobierno y de la oposición madrileños. Las discusiones políticas no son precisamente un intercambio de argumentos para enriquecimiento cultural, sino la versión moderna de las viejas luchas de gladiadores en el coliseo.

Durante el transcurso del debate, Ignacio González se comprometió a continuar con su política fiscal defendiendo una política basada en la libertad, que ha desembocado en la actual situación económica de nuestra Comunidad, situación que evidencia que Madrid presenta los mejores datos económicos de España, opinión que yo suscribo.

Madrid ha resistido la crisis mejor que el resto de las regiones, fruto de la previsión, esfuerzo y políticas liberalizadoras de su gobierno y, además, es la comunidad menos endeudada de España en términos de PIB.

El presidente de la Comunidad de Madrid se comprometió a mantener la política de fiscalidad baja y reducción de impuestos que supone que los madrileños nos hayamos ahorrado 360 millones al año a la hora de pagar el IRPF.
En su discurso explicó que si medimos la eficiencia del sector público por lo que se gasta en vez de por los resultados obtenidos, estamos desvirtuando la obligación de cualquier buen gestor que es optimizar los recursos. Dejó claro que sólo existe una posibilidad de conseguir obligatoriamente los mismos resultados, que es igualando a todos por el nivel más bajo. La igualdad debe ser de salida, igualdad de oportunidades, y luego se obtendrán resultados distintos en función de las capacidades de cada uno.

Algunos piensan que en la política lo que valen son las declaraciones de intenciones, cuando lo único que cuenta es cómo se ha dejado una administración cuando se ha salido de ella, y por supuesto, los resultados. Lo contrario es palabrería.
Hace un siglo un magistrado del Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró que los impuestos son el precio que pagamos por la civilización. En diez palabras cometió dos errores de bulto. En primer lugar los impuestos no son un precio.

Es cierto que pagamos, pero estamos obligado a hacerlo y la cantidad que nos imponen. Por otra parte no tenemos civilización gracias al Estado, sino al revés. La existencia de la civilización y el progreso permiten que el Estado exista y crezca. Pero creo que todos somos conscientes que hemos pasado la línea roja y que lo que hay que hacer es ajustar el tamaño y gasto del Estado, y este objetivo se consigue a través de las reformas. Pero no es lo mismo una reforma que una revolución. La diferencia son los medios, democráticos o revolucionarios, agitando las calles.

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