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¿Decepción a la vista?

Pablo de Santiago

Confieso que no tengo mucha esperanza en la Eurocopa. Hace años parecía mentira que eso me llegara a suceder, pero tantas decepciones de "la roja" han logrado que mi interés por el fútbol se limite casi exclusivamente al Real Madrid (y si acaso al Manchester United). Menos mal que mi decepción con la selección de fútbol contrarresta con la ilusión que me suscitan otros ilustres deportistas de nuestro país. Qué gozada ha sido presenciar la victoria de Alberto Contador en el Giro de Italia. Ha sido un auténtico lujazo comprobar que volvemos a tener un crack sobre las dos ruedas de una bicicleta. Parecía que iba a ser sólo cosa de Induráin, un lejano recuerdo de gloria en los aficionados, pero no, el presente ha llegado en forma de ganador total con Contador. Él tiene algo que le falta a la selección: competitividad. Una panda de italianos hambrientos no ha sido suficiente para doblegarle.

En tenis Rafael Nadal es un fuera de serie y tiene ya poco que demostrar. Sólo Mr. Perfecto parece capaz de ganarle (y muy de vez en cuando). Rafa es un ejemplo de lo que la cabeza y el corazón pueden hacer cuando se tiene talento. Su  espíritu de superación es legendario. Jamás se da por vencido, y sobre todo nunca, nunca, nunca, menosprecia al rival, sea cual sea su posición en el ranking. Otra diferencia con la selección española de fútbol. Nadal es otro crack. 

Enorme es también la figura altísima que se levanta sobre el firmamento de las grandes estrellas del baloncesto: Pau Gasol. El de Saint Boi está cuajando una temporada mágica en un equipo histórico de la NBA. El tesón de nuestro pívot, su regularidad, y sus puntos han logrado que por fin le fuera merecido el premio de jugar con Los Ángeles Lakers. Para él debe de ser como un sueño estratosférico, y así es. Pero Pau no vive de sueños y eso le diferencia de la selección española de fútbol. Pau ha aprovechado con máximo realismo su situación, de modo que el mejor lugarteniente de Kobe Bryant va a jugarse el anillo de la NBA en la final más anhelada a que podía aspirar: nada más y nada menos que contra los Boston Celtics. Pau es otro crack.

Tampoco me olvido de Fernando Alonso, un tipo que ha logrado algo impensable desde todos los puntos de vista: que millones de españoles nos traguemos enteritas las carreras de Fórmula 1. Sólo por eso habría que hacerle un monumento al ovetense. Pero es que además tuvo la osadía de desbancar de lo más alto, y por dos veces, a Michael Schumacher. Increíble. La selección española de fútbol ni se acerca mínimamente a esa ambición. Alonso es otro crack.

Y hay más grandiosos deportistas españoles recientes, números uno que nos hacen vibrar de lo lindo: Pedrosa, Lorenzo, Sainz, Sergio García, Marta Domínguez, Maite Martínez, Paquillo, etc. Ellos son los que certifican ese fantástico anuncio que dice eso de que “Ser español ya no es una excusa, es una responsabilidad”. Ojalá que los que van a la Eurocopa se convenzan de ello. Pero, ¡ay!, creo que la selección de fútbol está todavía a años luz de haberse liberado de sus fantasmas (son tantos, madre mía), y a no ser que un milagro nos salve (sí, Luis, un milagro) volveremos a echar de menos esa competitividad, esa cabeza, ese realismo y esa ambición que tanto derrochan otros de nuestros deportistas.
 

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