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Democracia con taras

A Guantánamo no le echa el cierre ni Dios, o lo que es más parecido a Dios por aquellos lares: Obama, con su Nobel de la Paz adelantado a los posibles hechos que se le esperaban o, quizá, concedido para incitarlo a hacer lo correcto teniendo ya sobre las espaldas el pellizco que da dicho premio. La realidad es que Obama está atado por distintos flancos que mutilan su capacidad de acción hasta ser el presidente con menos poder de la historia moderna del país. Y no lo digo como excusa. Es un hecho.

Guantánamo no es propio de un país democrático, como no lo es la pena de muerte; o la tortura que ahora nos enteramos, sin que nos sorprenda, que no sólo se aplica a los del buzo naranja y es herramienta habitual de los servicios secretos. Al hilo, Marine Le Pen, mascarón del Frente Nacional francés, sentencia que la tortura “Puede ser útil para hacer hablar”. Tampoco sorprende dicha declaración viniendo de ella.

Lo de las democracias tiene su miga y si a nosotros, en España, nos parecen algo inconcebible esas taras democráticas del otro lado del océano. Visto al revés, nuestro sistema bananero y entrecruzado de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) es del todo impresentable, teniendo en cuenta que su separación es una de las claves del Estado de Derecho y por lo tanto de la Democracia. Absurdo es que la soberanía del pueblo tan cacareada desde en el artículo 1 de la Constitución consista únicamente en votar cada cuatro años entre un par de colocados por partidos sin ningún atisbo de democracia interna y que se financian de manera más que oscura con el soplido en la nuca de aquellos con ocultos intereses que se frotan las manos a la espera de cobrar la factura por los favores realizados una vez pasadas las elecciones.

Con este percal hemos llegado a presidentes como Rajoy o Zapatero, por citar los dos últimos y de los dos palos, que a su vez tuvieron los huevos de nombrar ministros como Mato o Leire Pajín, por dar un par de nombres sólo en Sanidad. 
Que le llamemos Democracia no lo hace un sistema perfecto. Hay democracias y democracias como hay dictaduras muy malas y peores; incluso camufladas de voto. La clave, ahora que el visionario gallego dice que la crisis es una “historia pasada”y que “la corrupción es poca”, sería ponerse a mejorar la Democracia y no trabajar para el puro parcheo del corto plazo. ¿Tendrá tiempo de hacerlo, ay, Mariano entre cura y cura de las quemaduras de tercer grado de sus manos? Y es que tanto ponerlas en el fuego…

 

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