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Democracia representativa

Luis Miguel Boto

Estamos empezando un nuevo mandato en todos los ayuntamientos de España y en 13 de las 17 Comu-nidades Autónomas, y al frente de cada una de estas instituciones, estrenan o renuevan su cargo alcaldes y presidentes, gracias a que la mayoría de los votantes los han elegido democráticamente. Dentro de cuatro años los ciudadanos serán los que renovarán o retirarán la confianza que se les ha otorgado.

Sin embargo, estamos observando numerosas movilizaciones en las que se critica el actual sistema parlamentario que, con sus virtudes y sus defectos, ha funcionado más que razonablemente para alcanzar mayores cotas de libertad y bienestar que en el pasado. 

España es un gran país. Pasamos de forma impecable de una dictadura a una democracia donde todos tenemos cabida. Todos podemos presentarnos a las elecciones y todos podemos votar, o no votar. A lo largo de la historia se han repetido todo tipo de formas de gobierno y creo, es más, estoy seguro que la democracia representativa es la mejor opción. En este campo de juego no hay gradas para el público, todos somos parte del equipo que es la ciudadanía, y el que no participe no tiene derecho a quejarse. Nadie es mercancía de nadie. Todos pueden participar en función de sus legítimos intereses. Como votantes o como representantes. donde cada uno expone lo que estime más conveniente dentro de los límites que marcan las leyes. Lo que no vale es negar un sistema sin dar una alternativa. 

La democracia, decía alguien que no recuerdo, es como el aire, mientras la tenemos no nos damos cuenta de su existencia, pero cuando nos falta, hay que ver cómo nos duele y cómo sentimos su ausencia.

Cierto es que toda democracia tiene su parte de angustia, de ver cómo otros que has elegido luego toman por ti decisiones con las que no estamos a veces de acuerdo, pero eso es la pluralidad de pensamientos, opiniones, convicciones y visiones del mundo, que es enriquecedora.

El respeto significa tomar en serio el pensamiento del otro: discutir con él sin agredirlo, sin violentarlo, sin ofenderlo, sin aprovechar los errores puntuales que cometa o los malos ejemplos que presente, y sabiendo que todos podemos pasar del lado de los electores a los elegidos. Y así, con el paso del tiempo, podremos cambiar a una situación que la mayoría entienda que es mejor, pero democráticamente.

Tendremos en escasos meses la oportunidad de volver a ir a las urnas para decidir qué representantes van a capitanear las decisiones más importantes que en la España reciente se van a tener que tomar. Nuestro futuro depende de ello. Y quedan pocos meses, pero tiempo suficiente para que aquellos que no les valga la oferta que actualmente existe se presenten, expongan sus argumentos, sus decisiones, su proyecto de futuro. Y que la mayoría decida. Hay que pasar página y pasar del “yo víctima” al “nosotros podemos” y que, salga lo que salga, todos aceptemos el resultado. Lo contrario desgraciadamente se ha dado en algunos lugares en distintas épocas con unas malísimas consecuencias. Un grito de unos pocos nunca debe sustituir a un argumento de unos representantes elegidos por millones de ciudadanos porque hay un límite donde la tolerancia dejaría de ser una virtud. 
 

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