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Día sin tabaco

Entregar este artículo tan pronto me impide hablar del resultado de las elecciones. Y el hecho de que se vaya a publicar con posterioridad al mes de mayo también hace inútil hablar de mi posición o mis opiniones sobre la campaña, puesto que cuando lo estéis leyendo todo eso ya será superfluo.

Así que, aunque quizá algunos esperasen otra cosa, me dedicaré a hablar de algo no independiente de la política, como casi nada, pero no directamente de actualidad electoral. Y es que el 31 de mayo se celebra el Día Mundial Sin Tabaco, promovido por la OMS. El objetivo de estas campañas es que el hábito de fumar sea tan residual que el negocio deje de ser rentable, y por la vía económica desistan de seguir la producción. Enfrente unas empresas poderosas que intentan tener cada vez más adeptos (adictos) y no dudan en recurrir a métodos dudosos, como ha sido en algunas ocasiones el cuestionar la relación, más que demostrada, entre tabaco y distintos tipos de cáncer, especialmente y sin ningún lugar a dudas, el de pulmón.

En nuestro país el último hito lo constituyó la Ley del Tabaco, de 2006. Con la prohibición del consumo en lugares de trabajo y en bares o restaurantes, se ha avanzado en retirar la normalidad al hecho de ver a alguien fumar. Salvo los intentos de la Comunidad de Madrid por buscar resquicios, que quedaron en nada, se puede considerar que se cumple y, sobre todo, con aceptación incluso por los fumadores. Sin embargo, la reducción del número de fumadores, aunque notoria, no es la esperada.

¿Qué se propone ahora? Los organismos de lucha contra el tabaquismo afirman que son los parlamentos, no los médicos, los que tienen que actuar. Y dos son las medidas que plantean como siguiente paso: el envasado genérico del tabaco, sin marcas comerciales; y la subida de los precios. Sé que estas acciones tienen muchos detractores, pero está demostrado que la subida del precio vía impuestos es la solución más eficaz para reducir el consumo y, lo más importante, para evitar la iniciación de los más jóvenes.
 
Dado que el objetivo de la OMS es económico, los eslóganes que presiden el día los últimos años también se refieren al factor monetario del consumo de tabaco. Este año, abordando otro aspecto, el lema es “Alto al comercio ilícito de los productos del tabaco”, precisamente porque es una forma de bajar los precios y supone un contrapunto a las medidas políticas que se puedan adoptar. El daño del contrabando de tabaco es doble, por tanto. Por un lado conlleva pérdida de ingresos a la Hacienda pública. Pero además, actúa debilitando la lucha antitabáquica. (Abro aquí un paréntesis, escrito con posterioridad, puesto que ya había concluido el texto cuando veo, casualmente, que se acaba de condenar justo por contrabando de tabaco desde Andorra a un exconsejero de la Generalitat. En este caso, al hecho delictivo se une el agravante de que se hace contra la salud. Me sorprende).

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