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El aceite de la muerte

Juan Luis Sánchez

Según la costumbre periodística, cuando se nombra un nuevo gobierno se dejan cien días de cortesía, para que los ministros recién elegidos demuestren lo que saben hacer -o no-. Así se les puede despellejar después, con conocimiento de causa. No han pasado cien días desde que tenemos gobierno, por lo que habría que dejar para más tarde cualquier crítica hacia el ejecutivo. Pero he preferido saltarme la norma, en vista de que ellos no se han esforzado mucho por aparentar que en estos cien días están haciendo algo positivo. 

Intenté no escribir sobre ellos de momento, incluso cuando la ministra Espinosa anunció que iba a hacer un trasvase que por razones incomprensibles no podía ser llamado por su nombre, según ella. También decidí a mi pesar pasar por alto que el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, ha eludido precisar si se ha pagado un rescate a los piratas que secuestraron a los 26 tripulantes del pesquero Playa de Bakio. Según  Moratinos “salvar a los españoles, hacerles garantizar su regreso a sus casas y proteger a los españoles, eso no tiene precio y corresponde al Gobierno garantizarlo”. O sea, que sí se ha pagado un rescate. Pero no he podido pasar por alto el tema del aceite de girasol, componente esencial de la mahonesa que debería llevar la ensaladilla que no me he podido comer hoy, y eso duele.

En Aterriza como puedas, una película de humor totalmente disparatada -o al menos eso creía yo cuando la vi-, se avisa por megafonía a los viajeros de un vuelo de que no debe cundir el pánico, pues todo va absolutamente bien, pero mientras tanto sacan de la cabina al piloto y al copiloto totalmente inconscientes, intoxicados por el pescado en mal estado. “Todo va bien, no tienen de qué preocuparse” es la misma consigna que proclama a los cuatro vientos el ministro de Cultura, Bernat Soria, que ha lanzado un mensaje de ‘tranquilidad’ a la ciudadanía en relación con la alarma provocada por el aceite de girasol procedente de Ucrania, y presuntamente intoxicado. Según el ministro, el Gobierno tiene controlada la situación. Ha garantizado que todas las botellas que están a la venta están limpias, y que se puede consumir sin peligro todo el que tengamos en casa. Pero al mismo tiempo, ha  hecho pública una lista de las marcas que sí son seguras. A la hora de escribir estas líneas, 28 de abril, se sabe que se pueden consumir doscientas de las ochocientas marcas que existen en el mercado. ¡Qué situación más terrorífica para los que tenemos en casa un par de botellas de una marca que no está en la lista!

El autor de este artículo es un gran apasionado del aceite de oliva, que usa para todo, pero utiliza por recomendación materna, el aceite de girasol para la mahonesa y las pastas. Por eso tenía en casa ese par de botellas. El ministro dice que reta a cualquier periodista a que le lleve cualquier frasco de aceite de girasol que esté en el mercado, que él se lo bebería sin problemas. Pues bien, yo soy periodista y quisiera saber dónde le llevo mis botellas, porque no sé si él se atrevería a probarlas. Yo no me atrevo, como tampoco me hubiera arriesgado a bañarme con Fraga en Palomares…

Que conste que este artículo no quiere hundir a los embotelladores de aceite de girasol, pues normalmente me sale una mahonesa buenísima gracias a su producto. Sinceramente, es el gobierno el que se ha empeñado en hundirles, sembrando dudas razonables sobre el aceite. Uno ha llegado a creer que en este momento con mi ensaladilla rusa se podría jugar a la ruleta rusa. Cogemos un plato con mi ensaladilla hecha con las botellas que no salen en la lista y los mezclamos con dos o tres platos de otra que esté elaborada con aceite segura. Al que le toque el aceite funesto le espera quizás, una muerte horrible.

 

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