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El discurso del Rey: Irresponsabilidad y cobardía

El discurso del Rey: Irresponsabilidad y cobardía

Irresponsable, pues no hubo una sola frase que hiciera referencia a la desastrosa gestión sanitaria, la peor del mundo desarrollado y sin desarrollar.

Tampoco a la gestión económica, la peor del mundo desarrollado, que ha empobrecido a las familias españolas cuatro veces más que la media de Europa.

Cobardía, porque no puso énfasis alguno en la defensa de la unidad de la Patria, ni señaló su papel como Jefe de las Fuerzas Armadas y garante de la Constitución.

En el discurso de cinco folios y medio, cuatro eran pura paja redactada por Moncloa.

«Sánchez y Calvo han estado encima del discurso hasta el último momento para ayudar a proteger a la Monarquía», diría ese panfleto vomitivo llamado El País, el diario que mas ha contribuido a prostituir la democracia en esta Nación.

Una tomadura de pelo estratosférica a los españoles, cuando esos dos siniestros personajes son los impulsores principales de los ataques y las descalificaciones a la Monarquía, y no pasa día sin que afrenten gravemente al Rey.

Y el restante, uno y medio lugares comunes, y brindis al sol. «Y como Rey, yo estaré con todos y para todos, porque es mi compromiso con todos vosotros y con España»…

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¿Cabe acaso mayor perogrullada? ¿Desde cuándo Felipe o su papá han estado con todos y para todos?

¿Dónde estaban cuando se vulneraban los derechos humanos más fundamentales en Cataluña a quienes querían seguir siendo españoles?

¿Dónde cuando la pareja de felones Montoro y Rajoy cometían un delito de alta traición? Financiando con dinero público el golpe de Estado de una organización criminal…

El Rey solo tiene dos obligaciones por imperativo constitucional: garantizar la unidad nacional y mediar y, en su caso, arbitrar en los conflictos institucionales.

Las dos las ha incumplido clamorosamente. La primera, dando por bueno el Gobierno propuesto por Sánchez, apoyado por partidos cuyo objetivo declarado y recordado cada día es la destrucción de la unidad de España.

No solo podía, sino que era su obligación más sagrada el rechazar esa propuesta de Gobierno, pidiéndole a Sánchez que buscase otra alternativa (que podía haber encontrado en el PP).

La segunda, no mediando ni una sola vez y, mucho menos arbitrando, en el conflicto entre la independentista Generalitat de Cataluña y el Gobierno de España.

Su reciente discurso no ha hecho más que reflejar otra vez, como todas y cada una de las realizadas hasta ahora, la cobardía y la carencia del mas mínimo carácter.

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Un corazón de albondiguilla, diría Benito Pérez Galdós. Y parece que su único objetivo es perpetuar los 700 millones de euros anuales que le consignan en el presupuesto de la Corona.

Si tuviera un mínimo de lo que hay que tener, habría enfatizado en forma tajante la unidad del país en el que las autonomías han destruido ya la unidad de mercado.

Tan es así, que es más fácil y económico mover productos entre las diferentes naciones de la UE, que entre las autonomías en España. Un disparate auténticamente oceánico.

De  igual manera, habría sacado de forma clara las deficiencias sangrantes de la gestión de la crisis y su número escandaloso de muertos, mas de 71.000, lo que representa más del doble por cada 100.000 habitantes que la media de Europa.

Hubiera señalado su papel de jefe de las Fuerzas Armadas, y su rol como garante de la Constitución.

Respecto a su padre, debería haber tenido el valor moral de exponer su intención de hacer todo lo que esté en su mano para revertir al Tesoro Público el patrimonio conseguido por su antecesor mediante comisiones y prácticas poco éticas, dejando claro que esos mismos procedimientos se aplicarían a toda la clase política, algo de lo que este cobarde no dijo ni pío.

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Además de remarcar que las minorías ideológicas y territoriales no secuestrarían jamás la voluntad de la aplastante mayoría del pueblo español.

Si hubiera dicho eso, los corruptos del PSOE y del PP estarían temblando, los separatistas sabrían que jamás conseguirán sus delirantes propósitos ni tendrían trato de favor alguno, y los podemitas que irían a la cárcel por sus métodos de financiación.

Todos estarían temblando si el Rey hubiera tenido el coraje de reclamar su condición de ser la última garantía para mantener la unidad de la nación y la estabilidad constitucional.

Con eso la casta política no estaría dedicada a destruir España, solo estaría preocupada por mantener su estatus personal.

Pero nada de esto sucedió, por culpa de la irresponsabilidad y la cobardía del Rey.

Roberto Centeno

Catedrático de Economía.

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