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El `fenómeno´ ahora en cines

Pablo de Santiago

Por fin ha llegado a los cines la adaptación de la voluminosa novela del escritor sueco Stieg Larsson (1954-2004), primera de la llamada ‘Trilogía Millennium’, de fabuloso éxito editorial tanto en Suecia como en el mundo entero. Esta saga reúne un tríptico de truculentos argumentos criminales, cuya escabrosidad y variedad de personajes inmorales va en consonancia con la última tradición de la novela negra sueca, y en concreto con la descorazonadora visión que ya entregara Henning Mankell en su serie protagonizada por el inolvidable policía Kurt Wallander. Y es que la Suecia que vemos aquí no es la del paraíso capitalista, la de la sociedad del bienestar, donde la felicidad familiar es la consecuencia lógica de un estado paternalista que vela por sus hijos. No, nada más lejos de la realidad. La Suecia de Larsson y Mankell -y por extensión su panorama de la Europa contemporánea- es la de una sociedad podrida, la de un pozo negro de podredumbre bajo el aspecto de una impoluta blancura helada, la de una tierra de corrupción, individual y colectiva, autónoma y empresarial, que llega a todos los niveles y que se concreta a menudo en ocultos actos criminales que muestran los abismos de la naturaleza humana. Pero la diferencia entre los dos escritores es clara: si en Mankell las historias no mostraban explícitamente todo el horror que sugerían, en Larsson las tramas son espeluznantes, más explícitas e implacables. La historia no es apta para todos los públicos. En general, transmite una visión muy inquietante y fría de la sociedad y de las conductas de las personas, quizá una especie de paganismo real, tan denso y materialista, que incomoda de veras.

Para la película la trama ha sido muy simplificada. Toda la parte del enfrentamiento judicial del periodista Blomkvist, las dificultades de la revista Millennium y otras investigaciones económicas se dejan prácticamente de lado. Aquí el argumento se centra en el interés del eminente empresario Henrik Vanger por descubrir quién asesinó a su amada sobrina Harriet hace más de cincuenta años. Mikael Blomkvist y Lisbeth Salander son las personas que se dedicarán a ello. Sin embargo, esa simplificación argumental provoca a veces la sensación de que se está alargando mucho lo que parece ser un itinerario de pistas excesivamente precocinado. Y esto provoca inevitablemente ciertas pérdidas de ritmo e interés. Y conforme a los hechos narrados de la novela, el desconocido director Niels Arden Oplev no ahorra además escenas truculentas, que explicitan conductas sexualmente patológicas y otros actos inmorales, aunque en su favor hay que decir que no hay regodeo ni morbosidad al mostrarlas. También hay una notable ambientación, con un excelente uso de la música, y por medio de una sobria puesta en escena transmite bien el frío yermo del lugar, trasunto de la desolada y helada atmósfera de las relaciones familiares de los Vanger.

De cualquier forma estamos ante un film serio, cuyo mayor logro es sin duda la concepción del personaje clave de la novela: Lisbeth Salander. El espectador se sentirá sorprendido y fascinado por esta jovencita violenta, silenciosa y enormemente inteligente. Su aspecto ‘moderno’ y degradado, con ese look trasnochado de ‘heavy metal’, llena de piercings y de tatuajes, es en realidad el caparazón de un ser frágil, traumatizado por un pasado oscuro. Interpreta a Lisbeth la actriz Noomi Rapace y lo hace de tal modo que resulta muy difícil de olvidar. Las otras dos películas basadas en la trilogía de Larsson ya están rodadas, y, visto lo visto, todo apunta a que el éxito será extraordinario.
 

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