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En campaña alucinada

El campañazo nos ha dejado tan hastiados que hemos tenido que desconectar por pura supervivencia. El no tener Gobierno y que la cosa tampoco termine de derrumbarse ilumina el ideario anarquista aunque sea en modo trampantojo. Y como comentaba Raúl del Pozo, el debate se ha difuminado hasta dentro de los taxis, ese termómetro de realidad tan español, que han vuelto a sintonizar Radio Olé.

 Le pregunto al poeta Pedro Larrea cómo va la cosa por las Américas, donde él podrá votar ya en un par de años. Le quita hierro a todo el espumillón que nos llega de Trump, a medio camino entre Pepito Piscinas y la viagra. De hecho, no consigue el apoyo de ningún pope republicano para de alguna manera validar su proyecto. Reniegan hasta la tribu de los BushLas cabezas pensantes del Partido Republicano gritan ya a los cuatro vientos que Donald Trump no les representa y se están incluso planteando crear un nuevo partido coyuntural para presentar a un verdadero candidato que si lo haga.

Las estadísticas, como casi todo, hay que saber interpretarlas. El que esté ganando primarias como candidato sólo supone que está ganando dentro de ese ínfimo porcentaje de afiliados con derecho a elegir, situados en el extremo dentro de las ideas del partido. En unas elecciones votarían no únicamente ese grupúsculo si no todo el abanico republicano que en su mayoría le aborrece. Aún llegando más allá, con el voto tratando de cerrar filas frente a los demócratas, las fugas de todo esa franja conservadora pero moderada sería letal. Pero forcemos todavía más el relato: Trump llega a la presidencia. El control parlamentario al que estaría sometido –no hay que ver más que el caso del maniatado Obama o de Carter– frenaría todas las sandeces que hoy dispara desde su verborragia. Más aún, el listado de razones por los que se le puede dar puerta a un Presidente, a modo de cortafuegos para defender la Constitución, no son humo de pajas.

Pongámonos ahora en plan bananero con Trump en la presidencia pretendiéndose cacique, o dictador camuflado, o como quieran llamarlo. Necesitaría el apoyo de los institutos armados para los que la defensa constitucional está por encima del hombre que esté ahí como punta de lanza. No lo permitirían. Al igual que un país con idealismo, a veces mal entendido, y con cinco armas legales por cada tres habitantes.

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