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Pablo de Santiago

En pocos días se estrena una película absolutamente deliciosa, cuyo título traducido respondería más o menos al título de este artículo. Un film refrescante y romántico, con un maravilloso tufo del mejor cine independiente. Al contrario de lo que nos suele deparar este tipo de producciones alejadas de los grandes estudios, no cuenta una historia dramática, con personajes terribles que tienen que lidiar con secretos oscuros, al estilo de la excelente Winters’Bone, por poner un ejemplo reciente. No. Y ahí radica la gran diferencia entre Happythankyoumoreplease y otros filmes. Aquí los personajes y las historias rebosan naturalidad y un punto milimetrado de tragicomedia romántica, como en el mejor cine de Woody Allen. El argumento sigue los pasos de Sam, un joven neoyorquino de veintimuchos, de aire bohemio, eterno aspirante a escritor. Su mejor amiga es Annie, sensible y vulnerable, de hechuras hippis, y que trabaja en cuestiones sociales en una empresa. Y Mary Catherine es su otra gran amiga, pintora de talento, la cual está pasando por un momento crítico en su relación con Charlie, que sueña con mudarse a Los Ángeles. Los tres personajes llevan vidas afectivas inestables y se sienten insatisfechos vitalmente… Pero la llegada de otras personas a sus vidas va a provocar giros inesperados.

¡Qué bueno es a veces el cine yanqui! Un regalo para los corazones más agoreros, un cine que aporta toneladas de optimismo. Las tres historias del argumento se entrelazan mínimamente, pero con tan pasmosa naturalidad que no parece que estemos viendo tres vidas separadas, sino una instantánea genuina de la vida neoyorquina y de sus gentes. Retrata el guión ese estado de desorientación tan habitual entre los jóvenes cercanos de los 30, tipos y tipas soñadores, pero con una seria carencia vital: la de ser incapaces de sentirse satisfechos por mucho que tengan, por mucho que les quieran… El film quiere hacer ver que quizá el problema no está fuera, sino dentro de cada persona, en su voluntad y su decisión de acoger la vida con sentido positivo, de sumar en lugar de restar, de sonreír y dar las gracias, de aceptar ser amados, y de quererse bien a sí mismos para poder ser felices y dar esa felicidad  a los demás. En definitiva, el "Happy-Thank You-More-Please" de que habla su título. Un buen lema vital.

Hay además un rebosante amor por la ciudad de Nueva York, cuya preferencia es explícita especialmente respecto a su rivalidad con Los Ángeles, la metrópolis derrotada. Es en este aspecto urbanita donde aumenta más y más el parecido con el cine de Woody Allen, pues complementa a la perfección el esmerado y entrañable retrato de los personajes, con sus diálogos, nada sofisticados, con sus limitaciones y mezquindades. Pero de todas maneras no hay asomo aquí del cinismo alleniano, más bien lo contrario. Hay alegría y romanticismo. Es una gran sorpresa, pues, la llegada a lo grande de Josh Radnor, célebre gracias a su personaje de Ted Mosby en la serie Cómo conocí a vuestra madre. Era reconocida su faceta como actor, pero Radnor hace un debut ejemplar tras las cámaras y demuestra un manejo notable en las distancias cortas y también en la economía narrativa al retratar las relaciones personales. Silencios, miradas, sonrisas que son y que suenan a auténticas. Y por supuesto hay magnetismo en el protagonista, y la risueña y vivaz Kate Mara está radiante como Mississippi (atención a la alucinante canción que se marca, “Sing Happy”). También destaca la bella Malin Akerman (Watchmen), con un look muy poco convencional.

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