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Se fue Antonio Gasset, acabó la crítica de cine

Juan Luis Sánchez

Los apasionados del cine recibimos estupefactos la noticia de que se prejubila Antonio Gasset, icono de los críticos y auténtica leyenda viva de la televisión española. Desde hace unas semanas ha sido sustituido por Cayetana Guillén Cuervo, que ha cambiado por completo el tono del programa, despojándolo bastante de su contenido crítico. Desgraciadamente, hay que decir que de esta forma le ha quedado un espacio televisivo más acorde con los tiempos que corren, dominados por el pensamiento único y la ausencia progresiva de opiniones en los medios de comunicación. Con el paso del tiempo, los medios se mojan menos. ¿Qué ha sido de aquellos rotativos que proclamaban orgullosos hasta el siglo pasado que eran ‘diarios independientes de izquierdas’, o ‘de derechas’, o ‘de centro’? Sencillamente, han retirado el rótulo, por miedo a que no les compre el público que no comparta su ideario político, y donde antes había debate constructivo, entre comentaristas de uno y otro lado, ahora sólo existen comentarios exaltados y descalificaciones gratuitas. Ya no existen principios y todo vale a la hora de descalificar al adversario. Lo que ha ocurrido en el caso concreto de la crítica cinematográfica es que los medios tienden a sustituirla por propaganda encubierta, para contentar a las distribuidoras que les sostienen económicamente a través de la publicidad. Por eso los programas de cine suelen ser como Cartelera, que se emite por la misma cadena que el programa de Gasset, y que se limita a ser una sucesión de trailers de los estrenos de la semana, sin que nadie exprese opinión alguna sobre ellos.

No siempre compartía las opiniones de Gasset, a veces un tanto estrambóticas, pero siempre eran dignas de tener en cuenta: "Para ir al cine con esta cartelera, hay que tener coeficiente intelectual negativo", comentaba. "Y ahora, si nos perdonan, vamos a hablar de cine español", también dijo el ácido presentador. No apostaban mucho por él en la cadena donde trabajaba, pues le relegaron a horas intempestivas. Pero él se lo tomó con humor: "Soy consciente de que a  esta hora sólo puedo ser visto por un puñado de politoxicómanos insomnes".

Su especialidad eran los descansos: "Vamos a una pausa publicitaria, que será tan corta como el sueldo del presentador"; "durante el intermedio rezaré para que ninguno de sus hijos se haya presentado al cásting de Operación Triunfo"; o aquel inolvidable comentario que hizo desde el festival de Cannes: "Cuando vuelvan de la publicidad, me habré desnudado y me tiraré al mar". Luego, claro, tuvo que explicarse después de los anuncios: "Era un patético intento por mantener la audiencia".

Incluso tenía su lado romántico: "Lo mejor del festival de Venecia, mi acompañante, aunque por desgracia esté enamorada de otro". El tipo que dijo "Hay días en los que no sé dónde refugiarme políticamente" tampoco tenía pelos en la lengua a la hora de posicionarse sobre dirigentes políticos: "Buenas noches a todos, pero antes de despedirnos, un consejo: no os droguéis, porque la ingesta de estas sustancias puede producir efectos indeseados. Un amigo mío se tomó el otro día cierta pastilla y creyó ver a George Bush leyendo un libro". También habló claro sobre temas polémicos: "No cambiéis de canal, no vaya a ser que os encontréis con esa mujer con ansias de fama, exhibiéndose en público, justificando un frío asesinato". Se refería a la señora que acababa de reconocer en un programa televisivo que ayudó a morir a Ramón Sampedro.

 

 

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