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Gabriel García Márquez

Año de lutos en el Méjico literario. Tras caer Juan Gelman y casi a la par su vecino, José Emilio Pacheco, con el tiempo justo de escribirle la despedida, saltó como un bombazo la noticia: Gabriel García Márquez ha muerto. Él, que escribió las mejores novelas disfrazadas de crónica y las mejores crónicas vestidas de novela, todo ello inundado de poética cruda, desbordante y luminosa. Y es que hasta cuando explicaba lo que había querido ser su obra era brillante: “Quise dejar constancia poética del mundo de mi infancia, que transcurrió en una casa grande, muy triste, con una hermana que comía tierra y una abuela que adivinaba el porvenir, y numerosos parientes que nunca hicieron mucha distinción entre la felicidad y la demencia.”Ahí surge ese Macondo cataquero que tiene tanto de árbol con mariposas de imposible amarillo sobre sus hojas como de espíritu lento que mira fijamente mientras va relatando el puro desvarío.

 

Su obra es un bloque granítico empezando por Cien años de soledad –qué decir-, y hasta su primera punta: La hojarasca, que es ya un diamante en bruto de lo tallado que vendría después. El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada, El otoño del patriarca y la compleja Noticia de un secuestro, son libros perfectos. Tocando por otras aristas lejanas del llamado realismo mágico, Vila-Matas considera obra maestra El coronel no tiene quien le escriba. Y aún recuerdo el entusiasmo de Ginés Liébana cuando leyó Del amor y otros demonios.

 

Sólo Memoria de mis putas tristes tiene algo como de escrita con tripas de pega; quizá se diera cuenta de ello García Márquez y por eso prefirió dejar de escribir. De hecho, en origen, la obra tenía varios relatos que fueron cayendo hasta quedar el único publicado como una pequeña novela.

 

Anunció que dejaba de escribir en el 2006, en lo que fue la primera de sus muertes, dejando un último proyecto inacabado –según cuenta Xavi Ayen en entrevista de febrero de ese año. La línea argumental: un hombre que debía morir al escribir su última línea. Con cierta retranca de filo gallego explica su abandono: “Pero pensé, a ver si te va a suceder a ti…”

 

En esa misma entrevista trata de clarificar su tan criticada relación con el poder: “Como escritor me interesa el poder, porque resume toda la grandeza y miseria del ser humano”. Poder: ¿sólo curiosidad?, ¿herramienta para una diplomacia en la sombra?, ¿ceguera por su resplandor? Quizá un poco de todo.

 

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