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La gran familia del cine y Cristobal Montoro

Quizás recortar subvenciones sin poner en marcha otros modelos de financiación para el cine español no sea la mejor solución, no lo sé, no quisiera entrar en ese debate. Tampoco aspiro a ponerme de acuerdo con Cristóbal Montoro, que ha desatado un vendaval de furia por arremeter contra el cine español. Yo personalmente he visto films de calidad rodados en España este año (me gustó Caníbal sin ir más lejos), y grandes bodrios de otros países, pero creo que –la que me va a caer– algo de verdad sí que tienen las palabras del ministro de Hacienda, o sea, parte de los problemas del cine español reside… ¡en que muchas veces es muy malo!

Valga como ejemplo la exitosa La gran familia española, aunque yo prefiero referirme a ella como La gran españolada. Quizás se le pueden reconocer algunos aciertos, cierta reflexión sobre la desorientación del individuo contemporáneo, la imaginativa secuencia de la doble explicación de los novios, la del triunfo de España y poco más. En la web donde escribo normalmente, decine21.com, el crítico le brinda dos estrellas y media regalándole generosamente alguna que otra, pues se percibe cierto esfuerzo y también una apuesta por el amor romántico a pesar de las dificultades y el desconcierto actual. Dice textualmente que “Daniel Sánchez Arévalo estrena su cinta más conseguida”, en lo que estoy totalmente de acuerdo, claro que opino que las otras no son tampoco como para tirar cohetes.

-¡Se va a casar sin haber f…! Ése es el nivel de las gracietas de comedia española de medio pelo que destila La gran españolada. La verdad es que empieza bastante mal, con una secuencia de los protagonistas en versión niños repelentes que hasta los más entusiastas de la película reconocen que produce enorme grima. Pero luego, Daniel Sánchez Arévalo tiene la osadía de ponernos a Raúl Arévalo a imitar torpemente al tronchante camarero borracho de El guateque, y bueno, las comparaciones son para odiar al realizador hasta la muerte.

Vale, bueno, reconozco que a partir de ese momento ya estaba un poco cabreado, con la película atravesada. Y también que nunca me han entrado las interpretaciones forzadas, y que detesto a Roberto Álamo desde que tuvo la gallardía de hacer el papel de Marlon Brando en una reciente revisión teatral de Un tranvía llamado Deseo. Pero a pesar de que a algunos cronistas, parece haberles gustado su interpretación del hermano menos favorecido intelectualmente, a mí no me ha apasionado tanto.

Para tratar de expresarme a la perfección, confieso que a Roberto Álamo yo le estrangularía. Cada vez que sale poniendo voz de tonto, el film adquiere el nivel de un gag poco inspirado de Los Morancos de Triana. Y además, me produce dolor de cabeza su tonillo de tonto de chiste de Arévalo, no de Daniel Sánchez, sino del otro Arévalo.

Los académicos finalmente no han mandado esta película como representante española a los Oscar, sino que se han decantado por la insulsa Quince años y un día. Supongo que el título alude al tiempo que tardaremos, como mínimo, en volver a ganar la estatuilla a la mejor película extranjera. Antes de que eso suceda veo a Madrid como sede olímpica.

Sí, está bien, reconozco que quizás debería acudir a un curso de crítica constructiva. Pero es que ya fui a uno y era una puñetera mierda…

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juanluissanchez.blogspot.com

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