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¿Hasta cuándo, Pablo Iglesias, vas a abusar de nuestra paciencia?

Con parecidas palabras, hace dos mil años Cicerón denunciaba en el Senado a un traidor a la República romana, un tal Catilina. Este personaje, obligado por las deudas contraídas para financiar su carrera política, y apoyado por las clases populares debido a sus promesas de perdón de las deudas y de reparto de prebendas y ayudas económicas, se había presentado a las elecciones para cónsul siendo rechazado por corrupción y denuncias varias. Cuando, tres años después, Catilina se volvió a presentar, quedó en tercer lugar. Entonces, intentó derrocar a la República asesinando a los cónsules y a medio Senado. Solo la actuación de Cicerón y de sus aliados, pudo ser desenmascarada la conjura, y derrotado Catilina en una guerra civil exprés, quedó muerto en el campo de batalla.

Como Catilina, Pablo Iglesias es un personaje que se debe a unas deudas contraídas con dos potencias extranjeras, la Venezuela bolivariana, y el Irán chiita. Estas deudas, recibidas en forma de pagos a su productora de panfletos audiovisuales, le pesan como una losa y le obligan a un discurso tan repulsivo y chabacano que raya el código penal. Además, se ha presentado a las elecciones a presidente del Gobierno apoyado por una confusa amalgama de promesas a los parados y a los hipotecados, y un programa de gasto público que supera incluso al Pan y Circo de los romanos. Como Catilina, el pueblo español le ha relegado a una tercera posición. Y como Catilina, Pablo Iglesias no desiste, se quiere colocar de segundón en un Pacto con una panda de izquierdistas trasnochados que no habían nacido el día que cayó el Muro de Berlín y el Comunismo quedó al descubierto como la bazofia genocida que fue y es.

Acabo de escuchar su discurso en el que ha insultado a todos, incluido a los oyentes. Las gracietas de este tipo son de mínimo gusto: no entiendo que llame a Ciudadanos “Naranja mecánica”. Apelar a la violencia –la ultraviolencia– de los protagonistas de esa película para referirse a Ciudadanos, un partido que ha sufrido y sufre del acoso violento de los traidores en Cataluña por su defensa de la unidad de España es tan incalificable que me niego a seguir comentándolas. Pero que este tipejo diga eso de Ciudadanos un día después de alegrarse de la salida de Otegui de la cárcel y de lamentar que alguien haya estado en la prisión por defender ideas “políticas”… (¡una persona que se alegraba con cada una de las 1000 víctimas del terrorismo!) es tan repugnante que me dan ganas de vomitar.

Creo que a este señor hay que decirle, avisarle, de que el Reino de España ni está a la venta a Irán ni los españoles estamos esperándole como nuestro Salvador. Que el cielo en una Democracia no se toma al asalto, se gana en unas elecciones limpias en las que se promete lo que se puede cumplir, y en las que ni se amenaza ni se insulta. Decirle, en definitiva: “¿hasta cuándo, Pablo Iglesias, vas a abusar de nuestra paciencia?

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