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Indigenismo

El vídeo realizado -con voz distorsionada- por unos autoproclamados indigenistas contra Jesús Ángel Rojo, autor del excelente libro Los Invencibles de América, merece algo más que la repugnancia que produce cualquier ataque perpetrado con la cobarde alevosía del anonimato. Vaya por delante mi rechazo, junto a mi solidaridad con el agredido.

Pero digo que merece algo más que el mero rechazo. La primera reflexión que debe hacerse es que si hay indigenismo antiespañol es porque existen indígenas, y si hay indígenas es gracias a que fueron preservados por la labor de España, sus misiones y su modelo colonizador. Para la España del siglo XVI en adelante hubiera sido mucho más sencillo desentenderse por completo de la población aborigen, como hicieron los ingleses, hasta que por simple deriva natural y por la apropiación sistemática de sus tierras los indios se hubieran extinguido del todo. Es lo que ocurrió al este del Misisipi, donde habitaban numerosas tribus que desaparecieron cuando los anglosajones tomaron posesión del área. Allí, sencillamente no quedan indios que puedan criticar a los colonizadores ingleses, porque fueron desplazados y quedaron extinguidos.

Pero España no hizo nada de eso, sino todo lo contrario. No desplazó ni esclavizó a los nativos, sino que los declaró súbditos de la Corona, se desangró en recursos y medios para incorporarlos a la cultura occidental, y hasta se fusionó con ellos en un fenómeno de mestizaje sin precedentes. De nuevo sirva el ejemplo de lo que ocurrió en Estados Unidos: al oeste, el espacio español, los indios forman hoy comunidades amplias y prósperas, y fueron salvados de la extinción gracias a la abnegada y generosa labor de España, que a través de las misiones los incorporó a la cultura occidental. Y cuando los angloamericanos ocuparon estas regiones del Oeste, ya los indios que habían sido enseñados en las misiones no eran tribus salvajes, sino comunidades organizadas en pueblos autónomos (las antiguas misiones) que no podían ser desplazadas.

A pesar de eso, las críticas indigenistas sobre el modelo colonizador se vuelcan contra la España preservadora del indio americano, y no contra la Inglaterra aniquiladora, porque en estas áreas no quedan indios que puedan levantar la voz. ¿Hay algo más paradójico, injusto e ingrato?

Y la segunda reflexión apunta a los fundamentos de la hispanidad. Desde la independencia de las provincias (no colonias) americanas, una buena parte de los criollos (no todos) han estado alimentando la Leyenda Negra contra España, esa que avienta las sombras y oculta la colosal labor evangelizadora y colonizadora de España en América, a la que trasladó la cultura occidental y el cristianismo. Es como si los españoles siguiéramos acusando a Roma por destruir las antiguas culturas ibéricas y llevarse nuestro oro y los minerales, como hicieron. En lugar de eso, les estamos agradecidos por habernos traído la civilización grecorromana. 

Pero ahora resulta que la Leyenda Negra se vuelve contra los propios criollos, los americanos de origen español. Porque resulta que el indigenismo ha enarbolado como propia la bandera de la Leyenda Negra, y la dirige tanto contra los españoles como contra los criollos, sin hacer distinciones. Ambos son genocidas y ladrones, según ese indigenismo populista que no distingue entre españoles y criollos a la hora de las acusaciones. Ambos son “blancos”, forasteros en América, y deben ser expulsados.

Y así, los criollos, que han repudiado durante décadas las raíces españolas, son a su vez repudiados por los pobladores originarios. Resulta ahora que son también los “malos” de la película”.

Y los criollos, por cuyas venas corre la sangre española, quedan así desenraizados, despatriados, amenazados de desahucio por los autóctonos. Y será hora de que reflexionen sobre su proceder y vuelvan la vista atrás: hacia sus verdaderas raíces, las hispánicas, las de las Leyes de Indias protectoras de los nativos, las de los misioneros evangelizadores, esas raíces que nunca debieron repudiar, y que les acogerá sin rencor y con los brazos abiertos, con la generosidad habitual y eterna de España. 

Borja Cardelús, hispanista y escritor

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