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La infame exhumación de Franco por el PSOE y el Vaticano

Como afirma el más prestigioso historiador de las guerras modernas, el inglés Antony Beevor (1): “la guerra civil española es uno de los pocos conflictos mundiales cuya historia la han escrito con mayor eficacia y mendacidad los perdedores que los vencedores.

Las generaciones más jóvenes no pueden ni imaginar cómo era la vida en España desde Febrero de 1936”. En esa fecha, un Frente Popular formado por totalitarios socialistas, comunistas, anarquistas y separatistas golpistas, se hicieron con el poder a través de unas elecciones fraudulentas y de inmediato desataron una ola de ocupaciones de fábricas, de fincas, quema de iglesias y asesinatos de quienes no pensaban como ellos, paralizando la economía del país.

El Socialista, el periódico de mayor influencia, escribiría: “estamos decididos a hacer en España lo mismo que se ha hecho en Rusia, y en cuanto hayamos fortalecido nuestras posiciones debemos ir más allá”. “Ir más allá ( Beevor) significaba que la eliminación de los rivales políticos tenía la máxima prioridad desde el principio”. El estalinista Largo Caballero era muy claro al respecto, “la revolución que queremos solo puede obtenerse por medio de la violencia”.

Lógicamente, la media España que totalitarios y separatistas querían someter y aplastar iba a resistirse a morir. A partir de marzo, un grupo de militares y civiles encabezados por el general Mola comienza a preparar un “ movimiento nacional que evite la ruina y la desmembración de la Patria, que solo se desencadenará en caso de que la circunstancias lo hagan absolutamente necesario” (Salas Larrazábal).

El 13 de julio, agentes de la temida Motorizada, la guardia personal de Indalecio Prieto,  asesinan al líder de la derecha, José Calvo Sotelo, y el Gobierno en lugar de arrestar a los responsables detiene a la gente de derechas. Franco, que hasta ese momento se habría mostrado contrario al alzamiento con gran irritación de los conjurados decide unirse a él. “El gobierno de Madrid ha caído en manos de unos pistoleros, no es socialista, no es democracia, es la anarquía con todos los atributos que esta terrible palabra supone”, clamaría D. Miguel de Unamuno desde Salamanca, y uno de los padres de la República, “esta guerra no es contra una República liberal, es una lucha por la civilización” (2).  

El levantamiento del 18 de julio no se realizó contra un gobierno legítimo como pretenden socialistas, comunistas y separatistas, sino contra un desgobierno  revolucionario,  decidido a acabar con la media España que no pensaba como ellos. “Pensando en Calvo Sotelo, encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida” (Angel Galarza, diputado del PSOE, director general de Seguridad y Ministro).

Estos hechos, exhaustivamente investigados y estudiados durante más de 70 años, están hoy fuera de toda duda razonable, excepto para el nuevo Frente Popular articulado alrededor de un botarate guerra civilista, Pedro Sánchez, un apóstol de la mentira y del odio, su carácter vengativo, su ambición delirante y su cobardía, dispuesto a reabrir las trincheras de 1936 y enfrentar a media España contra la otra media, imponiendo  la perversa visión del Frente Popular, al que seguirá la destrucción (bien merecida por cobardía y deshonor) de la Monarquía y la destrucción de la propia nación española. Y para empezar, este miserable, con el silencio cómplice y cobarde del PP, ha decidido exhumar los restos del general Franco, del que Unamuno decía que “era la única persona honrada y decente en España”, que consiguió contra todo pronóstico la victoria del alzamiento. O su amistad con José Antonio, a quien consideraba el político más inteligente de España, a pesar de haberle exilado a su padre.

Pero Franco hizo más, muchísimo más, sacó a España de su pobreza secular y creó una poderosa clase media, que la chusma política actual está destruyendo. En 1975 había situado a España como la octava potencia económica mundial, hoy la oligarquía política la ha hundido al puesto 16; la renta per cápita relativa a los 9 países que constituían la entonces CEE  llegó en 1975 a su máximo histórico, el 83% de la media de estos nueve países, hoy se ha hundido hasta el 71%; la industria era el 36 % del PIB hasta que los socialistas la destruyeron en 1986 con la llamada “reconversión industrial”, y hoy es el 14% del PIB, y es que la casta política ha convertido España en un país de enchufados públicos, especuladores y camareros;  Franco borró del mapa la palabra paro y hoy tenemos el segundo mayor de Europa; la enseñanza pública era la tercera mejor de Europa, hoy es una de las últimas; los hijos vivían no mejor, sino mucho mejor que sus padres, hoy por primera vez en siglos viven peor, y lo malo está por llegar; la deuda pública era cero, hoy es el 133% del PIB, lo que será la ruina de las generaciones futuras, etc.

Que el pueblo español permita impasible que unos indocumentados, miserables y guerracivilistas exhumen los restos de Franco del sitio que le corresponde por mérito propio, significa que este pueblo está perdido. Solo VOX ha salido en su defensa.

Pero no es solo Sánchez, es que por primera vez un Tribunal Supremo se mete a decidir sobre dónde puede o no estar enterrada una determinada persona, y contra la voluntad de su familia a la que niegan además la posibilidad de enterrarla en una tumba de su propiedad en la Almudena, algo que no ha sucedido jamás en la historia del mundo civilizado, pues no en vano España no es una democracia, sino una oligarquía de partidos sin separación de poderes, de forma que de los jueces que han votado desenterrar a Franco, tres son próximos al PSOE, uno a los separatistas del PNV, etc, y donde la mayoría no son de carrera sino del cuarto turno. Esto es ya la quiebra total de lo poco que quedaba del Estado de derecho, y que llena de oprobio y arrastra por el barro la dignidad de tan alto tribunal.

Hay dos grandes instituciones en España que deben todo lo que son al general Franco: la Iglesia católica y la Monarquía. En las zonas que después del 18 de julio quedaron bajo el control del Frente Popular, el exterminio de religiosos y religiosas fue casi total, más de 11.000 fueron asesinados, a veces después de ser salvajemente torturados; la casi totalidad de los templos quemados o profanados por la chusma de “demócratas progresistas” de templos. En el caso concreto de Cataluña, donde la Jerarquía católica con un grado de perversión moral jamás conocido, está hoy al lado de los nazis de la Generalitat que fueron sus asesinos, el conocido socialista Julián Zugazagoitia, en su libro “Guerra y vicisitudes de los españoles”, relata cómo el genocida Lluys Companys, un asesino elevado a los altares por el separatismo, se jactaba en su presencia de haber exterminado a todos los curas, frailes y monjas de Cataluña.

Franco se encuentra enterrado en una abadía benedictina, que no depende en absoluto del poder civil sino de la Iglesia, por lo que sin la aprobación de esta ningún cadáver puede ser exhumado de un lugar sagrado bajo su exclusiva jurisdicción. Pero esta jerarquía católica miserable, desagradecida y ruin, que ya ha olvidado que si no fueron exterminados hasta el último, fue solo porque Franco aplastó al Frente Popular y les impidió hacerlo. Un comportamiento infame del Vaticano, y en particular de la Conferencia Episcopal y de obispo de Madrid,  por el que espero que su destino en el Mas Allá sea el arder en el infierno.

 

(1) Amenabar, este infecto director de cine que desde que salió del armario no hace más que barbaridades históricas, como Ágora donde muestra a los cristianos como unos bárbaros quemando la biblioteca de Alejandría, una falsedad abyecta que se inventa tan siniestro personaje, como ahora su película sobre Unamuno, donde tergiversa totalmente lo ocurrido en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, donde jamás dijo la patraña inventada por la izquierda de “venceréis pero no convenceréis”, sino “se debe vencer pero también convencer”, o el  “viva la muerte, muera la inteligencia “ de Millan Astray, algo falso hasta lo grotesco, o el ocultar que Azaña le destituyó de todos sus cargos, y no Franco ( lo hicieron los cobardes del claustro de la Universidad), ni su odio visceral al Frente Popular. Para aquellos que quieran saber la verdad, y no las patrañas ahistóricas de este payaso, lean la mejor biografía  que se ha escrito sobre Unamuno con gran diferencia, “Vida de don Miguel” de Emilio Salcedo.

(2) La Guerra Civil Española.

 

 

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