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Jagger eterno

Han pasado los Stones por Madrid y los más viejos del lugar recuerdan la tormenta descomunal que cayó como una apocalipsis sobre el Vicente Calderón aquel 17 de julio del 82, cuando éramos unos pardillos como país en esto del rock & roll. Han pasado los Stones, este verano de miles de años después, como si de un reto de inmortalidad se tratara; y es que lo de estos ingleses es puro chamanismo. Viéndolo en la distancia bien podrían disputarle el cetro de los encuentros en un cruce de caminos al mismísimo Roberto Johnson.

 

He ido hablando con Abdallah, afilado experto en Springsteen y The Rolling Stones, a medida que iba avanzando la gira para trastear el set list y ver si seguía saliendo al ruedo Mick Taylor para blusear el Midnight Rambler. Y con un ojo, no lo vamos a negar, en los partes de geriatría. Abdallah comenta que ya sufrió un par de anulaciones: una por la famosa caída del cocotero de Richards y otra por afonía de Jagger. Recordando el dicho de que no hay dos sin tres. Ya preparaba a quién echarle la culpa en caso de gafe.

 

Tiro de memoria. Mi primer concierto viendo a los hijos bastardos de Muddy Waters fue en el Molinón, en el 95, cuando ya vendían los sesudos que podría ser la última gira. Exagerados. Si esos mismos vieran el papelón de Keith Richards en el 2007, medio cayéndose y metiendo acordes donde no eran…

 

Busco los viejos ejemplares, que ya amarillean, de El Comercio, de Gijón. Las crónicas tienen un tufillo a nuevo rico de provincias que se viste de más para ir a la ópera: “La zona vip está a tope” donde, bajo el titular, cuentan hasta los problemas de la ministra de Cultura para encontrar habitación.  En fin, todo de lo más cateto, como las fotos de los concejales con sus acompañantes en el palco o los comentarios: “Los Stones pidieron fabada a las cuatro de la madrugada”. Qué país, por algo les llamamos <<los rolin>>.

Llega el día: 25 de junio, y los fetichistas consultan meteorología. Sólo un 5% de posibilidades de tormenta. Como si la opción de salir empapados fuera un túnel del tiempo. Los Stones enganchan generación tras generación porque de alguna manera consiguen con sus temas hacer saltar resortes en cada uno con flashazos de recuerdos y vivencias en plan magdalena de Proust electrificada. Tan simple, y tan difícil, como eso.

Jagger está enorme, de forma y de voz con esa articulación abierta y macarra marca de la casa. Richards, bajo mínimos, con la guitarra demasiado alta y poco empastada. Wood, pícaro y manteniendo el tipo. Y Watts como un clavo con cara de palo. Del resto: Lisa es maravillosa y algo histórico en esta gira es la aparición de Taylor: grandísimo guitarrista, lo sigue siendo, aunque ha perdido esa luminosidad que obligaba a decir <<¡has visto cómo suena lo que ha hecho!>>. Escuchen el Sticky fingers o el Exile on Main St. y verán de lo que hablo. El set, predecible, con el par de cambios por fecha habituales; pero claro, con ese fondo de armario poco margen hay, pues sólo tocando los bombazos ya te da la hora del cierre.

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