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La austeridad de los vivales

Víctor Vázquez

Zetapé: la paradoja de un presidente devorado por las termitas de una realidad que nunca se llegó a creer y que anuncia su marcha con el país en cortocircuito y el idealismo canibalizado, convertido en un apestado electoral del que toman distancia los de su propio partido para que no repercuta negativamente en su ranchito de votos.

Hasta el flotador socialista que siempre ha sido Andalucía pierde aire a bocanadas: ni toda la suma de rentistas y funcionarios por oposición yernócrata servirán para evitar la debacle. Indecente es el percal de los expedientes de regulación de empleo con mordida sindical donde algunos vivales cobran indemnización en empresas que nunca han pisado y además se permiten el lujo de falsificar mal los documentos. Pero la puntilla, una vez más, la está metiendo El Mundo con lo que va entintando sobre Chaves, ese vicepresidente sin funciones cuyos vástagos han salido ágiles conseguidores, comisionistas con máster, subasteros a porcentaje. Frente a la prueba documental sorprende la infantil defensa en el Congreso del padre del clan donde da la sensación de que no se puede creer lo que ocurre; no lo hechos, si no que se los destapen.

La política está podrida porque los políticos son manzanas podridas en el frutero de la sociedad. Cae un nuevo país en bancarrota: Portugal, al que hay que tirar cuerdas alemanas para sacarlo del pozo y no nos arrastre al resto -no se equivoquen, nada tiene que ver con la bondad-, y mientras muchos eurodiputados se dedican a fichar en Bruselas los viernes a primerísima hora para cobrar las dietas del día y salir pitando con dirección al aeropuerto para disfrutar del sol de España. Los mismos que con tanto ajetreo se unen en voto, independientemente de ideologías y sin necesidad ni siquiera de hablarlo, para viajar a todo lujo y no en turista a la vez que escupen demagogias como "hay que apretarse el cinturón", "la crisis nos afecta a todos" o "austeridad en tiempo de crisis". Las excusas ante el revuelo provocado han sido variopintas, pero la más común ha sido la necesidad de viajar de manera descansada con la cantidad de vuelos que cogen al cabo del mes. Por eso cuando el sistema era un importe fijo por billete, que daba para ir en bussiness, los mismos agotadísimos políticos iban en turista o incluso en slow cost para meterse las vueltas en el bolsillo.

Mi enmienda: si de verdad la eurocámara es un cementerio de elefantes, que los dejen allí bien enterrados o que hagan teclas de piano con sus austeros huesos.

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