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La mejor película del año

Pablo de Santiago

El cine español no defrauda, sigue siendo lo que se esperaba: muy malo. Y no lo digo yo, sino el Festival de San Sebastián, cuyo palmarés ha “olvidado” las películas de nuestro país. Es lo que hay. Aceptémoslo y aprendamos de Estados Unidos (¿qué? sí, ejem, ha leído bien). Menos mal que podemos volver la mirada a Hollywood y poder disfrutar del cine de verdad. Este año nos ha regalado una película memorable. Si El caballero oscuro no es una obra maestra absoluta el caso es que se le acerca bastante. El director Christopher Nolan (Londres, 1970) lleva una carrera cinematográfica fulgurante y es uno de esos raros cineastas que es adorado tanto por el público como por la crítica. Su prestigio es verdaderamente asombroso. Y es que desde su segundo film, Memento, su labor detrás de la cámara quedó encumbrada y sus posteriores películas no han hecho sino aumentar su caché, especialmente gracias a Batman Begins y al thriller “mágico” El truco final. Ahora sólo toca volver a asombrarse ante su impresionante talento, porque esta segunda película sobre el hombre murciélago supera en calidad al resto de su filmografía. Es la adaptación de un cómic, cierto, y en ese sentido habrá opiniones para todos los gustos, pero es de justicia afirmar que no hay fisuras en este film. Y, claro, lo bueno funciona en taquilla (una obviedad de la que no parece enterarse la España de las cuotas). Sólo en Estados Unidos la película de Nolan ha recaudado más de 520 millones de dólares, sólo 80 menos que Titanic, que ya es decir.

Una gran virtud del guión de El caballero oscuro -en verdad cuidadísimo, de una inusual variedad de giros teniendo en cuenta su procedencia ‘comiquera’- es que mete en faena al espectador desde el primer fotograma y ya no le suelta hasta los créditos finales. Los personajes son verosímiles y complejos, muy alejados de los clichés fantásticos, a lo cual también ayuda que la ambientación de Gotham no parece provenir de una viñeta, sino de la realidad más pura, de cualquier metrópoli normal y moderna. Además, Nolan demuestra que sabe crear atmósferas inquietantes como nadie: el ambiente es tenebroso y agobiante, como corresponde a un thriller criminal de altos vuelos, y las escenas nocturnas siguen siendo la prioridad. La tensión lograda es muy fuerte, con momentos de gran violencia -sobre todo sugerida- y un uso sencillamente perfecto de la desasosegante banda sonora de James Newton Howard y Hans Zimmer.

En cuanto a la acción, qué se puede decir… Hay momentos apoteósicos, como la larga secuencia del túnel, rodada a un ritmo endiablado. Y pese a lo fácil que es aburrir cuando una película rebosa de acción, aquí la maravilla es que Nolan dice cosas, cosas muy interesantes, al tiempo que entretiene de veras. Hay en el film héroes y villanos, claro, pero sobre todo hay bien y mal, moralidad e inmoralidad, un fuerte sentido de la responsabilidad y de las propias limitaciones, la convicción de que el camino de correcto no siempre es tan nítido y tan fácil de tomar, y de que el margen que puede separarnos de la bondad o la maldad es tan fino como un papel de fumar. En conjunto, hay una emocionante visión de la épica del héroe, nada estereotipada.

Y es imposible no mencionar el increíble trabajo del malogrado Heath Ledger. El actor se ha ido a lo grande, entregando un testamento cinematográfico tan excelso como triste y doloroso. Su Joker es absolutamente impactante, con toda probabilidad el mejor personaje de su carrera, y no sería nada raro que ganara el Oscar. Sólo con la escena de su aparición en la reunión de mafiosos lo merecería.
 

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