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La tienda del barrio

Desaparecen, en términos generales, los comercios de nuestros barrios. En las zonas comerciales de los distritos de la periferia, los escaparates vacíos de las tiendas cerradas aparecen y se extienden como una mancha de aceite.En muchos de los casos, cuando ese cierre no se produce, el comercio tradicional es sustituido por negocios sin personalidad, como las siempre presentes franquicias, oficinas bancarias o inmbiliarias, y, sobre todo, los bazares que todo lo ocupan.

Nos afecta directamente, por la disminución de la oferta de compra y por la pérdida de los empleos de mayor calidad que son los de las tiendas familiares. Sobre todo alarma que nuestros barrios se quedan vacíos. Si las antiguas zonas comerciales pierden su función, el barrio queda sin vida. Las avenidas centrales de lo que antaño fueron pueblos se asimilan en muchos casos a zonas fantasma, donde cada vez menos comercios funcionan y donde cada vez menos pasean al aire libre.

Los motivos son muchos, pero en gran parte podemos decir que todos tenemos un poco de culpa. O un mucho, según se mire. La base principal es el atractivo que los actuales centros comerciales ejercen sobre los consumidores, que a fin de cuentas somos todos. Estar a cubierto, protegido de la intemperie tanto en verano como en invierno es una de las principales ventajas que nos ofrecen. La  mayor variedad de tiendas y, por tanto, la diversidad de la oferta, es otro de los imanes que llenan los centros comerciales. Poco se puede hacer al respecto, puesto que la concentración de comercios en las grandes superficies, consecuencia de la huida de muchas de las tiendas tradicionales hacia ellos, arrastra también a los clientes.

Sin embargo sobre varias cosas si pueden actuar los poderes públicos, especialmente los ayuntamientos. El primero es la libertad de horarios absoluta. Todos los comerciantes coinciden en que la apertura total de comercios los domingos les ha supuesto un hándicap imposible de superar puesto que ellos no pueden asumirla, y la clientela se desvía hacia las grandes superficies que pueden abrir simplemente apretando los sueldos y los horarios de sus empleados. Muy importante es también la facilidad de circulación de peatones y vehículos, y la posibilidad de aparcar con cierta comodidad. Mejorar ambos aspectos puede devolver clientes a los comercios tradicionales.

Hay otra idea que muchos comerciantes llevan proponiendo hace tiempo, y que puede variar la balanza. Opinan que en muchas ocasiones los clientes utilizan los grandes centros comerciales como lugares de ocio, convirtiendo las compras en algo secundario, ligado a pasar el tiempo paseando, como antaño se realizaba por las grandes calles comerciales de los barrios. De esta forma dotar de mayor vida cultural a las calles de los barrios podría ayudar a que los vecinos volviesen a pasear de manera rutinaria por esas calles dotadas de vida  otra vez, devolviendo esos paseos y disfrute del tiempo de ocio al barrio, sacándolos del centro comercial,  lo que volvería a llenar los escaparates. Es solo una idea, pero no parece ninguna locura.

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