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Las góticas

Pablo Sagastibelza

Evidentemente, ZP ha cometido una torpeza al retirar la ya famosa fotografía de sus hijas en el Museo Metropolitan de Nueva York. Quizá dejarla hubiera cosechado algunos comentarios, pero lo otro ha producido un maremoto mediático. Mi correo electrónico casi se inunda de fotos reales y trucadas de las susodichas.

No es mi propósito extenderme en el hecho de quitar o poner. El presidente dice que entiende a los medios de comunicación, al tiempo que espera que no se vuelvan a publicar fotos de sus hijas. Los medios entendemos al presidente, y esperamos que no vuelva a llevarlas en misión oficial pública, a un lugar público, a sacarse fotos con personajes públicos. A nadie se le escapa que esa foto se hace porque un Jefe de Estado y su mujer -los Obama- aceptan fotografiarse con otro alto representante de Estado y su familia, los Rodríguez Zapatero. Si no, ¿de qué iban a aceptar el posado?, ¿por su cara bonita?…, me temo que por eso no.

En algún lugar de la red se afirma que el atuendo de las góticas por fin muestra lo que se mueve en la calle, y lo representa. Nada más lejos. En la calle hay cinco góticos, las hijas de ZP y tres más. Y se ven en lugares concretos a horas concretas. Otra cosa es que hubieran ido en minifalda y camiseta de tirantes. Entonces sí, ahí nos vamos acercando un poco más a la realidad. Las botonas pseudomilitares, y las túnicas a lo elfo negro no se llevan con frecuencia. En todo caso, los pantalones caídos enseñando el calzoncillo…, que es peor.

Además, el vestido -entre otras cosas- muestra el respeto: respeto de uno consigo mismo, y respeto de uno con el otro. Cuando los embajadores presentan sus cartas credenciales lo hacen con sus trajes de gala, no porque vayan así todo el día o no les guste usar bermudas en verano, si no porque representan a su Gobier-no y están ante un Jefe de Estado que dignifica la situación, también con el porte externo. Si a las nenas les gusta ir de góticas en el día a día, muy bien. Son perfectamente libres de hacerlo. Si quieren asistir al festival gótico que se celebra en Alemania todos los años, muy bien. Pero, si van con su padre, que es presidente del Gobierno de un país respetable, a visitar a otro, que también es respetable, deben adecuarse a las circunstancias. Y si no quieren hacerlo, que no vayan.

Lo sorprendente -también- es que papá no diga nada. Bien porque no tiene autoridad alguna sobre ellas (entonces, quien no es capaz de gobernar su propia casa, ¿será capaz de gobernar un país?); bien porque no sabe qué es ser Jefe de Gobierno; o bien porque le importa un rábano el protocolo, el respeto al otro. Si la primera y la segunda son cuestiones preocupantes, la tercera lo es más, porque estamos en el fondo ante el “yo hago lo quiero sin importarme el resto”. Quizá se cumpla el famoso refrán: de tal palo, tal astilla. Mi libertad se acaba donde empieza la de los demás. Mi libertad se acaba cuando acepto un cargo, una responsabilidad, que conlleva unas obligaciones. Mi libertad consiste es mostrar respeto por el otro. Mi libertad consiste en negarme a ocupar ese cargo si no estoy dispuesto a asumir sus consecuencias.

Dicho todo esto, que nadie piense que estoy enfadado con las chicas. Nada más lejos. La culpa la tiene su padre; primero por dejarlas ir de esa guisa en ese momento; segundo por intentar arreglar lo de la foto de una manera digna de principiantes. Estoy dispuesto a que se pongan sus mejores galas góticas e invitarlas a una copa…, en un lugar distinto al Metropolitan, para que no se lleven un disgusto.

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