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Las poltronas del poder

Víctor Vázquez

Las ansias de poder perpetuo son el principal cáncer político de aquellos países donde los gobernantes se creen iluminados y únicos. Egocracia paternalista, con la bandera del dólar que nos llevamos al paraíso fiscal, en el mejor de los casos.

A Zelaya, en Honduras, le salió rana por aquello del color verde sargento. El que la situación se haya podido corregir hacia unas elecciones, estirpando de la poltrona tan querida tanto al golpista institucional como al militar -Micheletti-, es lo mejor que podía ocurrir llegados al punto de que trataran de dinamitar la Democracia por dos frentes.

Ahora le toca el turno a Uribe, en Colombia. Vale la pena arriesgarse a salir escaldado y dice que no se rinde. Seguirá luchando por un tercer mandato anti-constitucional teniendo enfrente un demoledor manuscrito de más de cuatrocientos folios de un miembro destacado del poder judicial.

En cada zona del mundo tienen su estilo. Por el otro extremo, en Ucrania, Timoshenko sale con aquello de: "Nunca reconoceré la legitimidad de…", en unas elecciones que los observadores internacionales dan por válidas y limpias. No protestó cuando por el mismo sistema salió vencedora hace unos años. Su problema es que no ha sabido gobernar y no sólo ha perdido sino que se da la paradoja de que quien ha ganado es el candidato pro-ruso. ¡Independencia para eso!

Aquí en España, que somos más dados al surrealismo, ya me lo estoy imaginando: el País Vasco se independiza, allá por el año X, y las posteriores elecciones vascas las gana el Partido Popular. No me digan que no mejoro aquello del lehendakari negro en la película de Airbag.

La humanidad casi lo que se merece es un nuevo Diluvio Universal, por ponernos bíblicos como Mr. Shoemaker, dadas las últimas noticias que nos muestran ya no como chorizos impresentables, sino como una especie enferma que no respeta nada, ni a los niños que condensan dos claves que deberíamos considerar básicas: inocencia y futuro. Niños que en Haiti forman parte de un mercado de trapicheos de pederastas extremos, traficantes de órganos para hijos rubios de ricos pero, ay, enfermos; y para adoptadores henchidos de falso buenismo como aquellos que en la dictadura argentina liquidaban a unos padres para después robarles los hijos y criarlos como si nada hubiera pasado; unos hijos que la sabia naturaleza no les daba en su propia entraña de tan envenenada.

Escritor
http://barboletta.blogspot.es
 

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