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Lo que nos espera

Pablo Sagastibelza

Estos primeros días del año no están deparando buenas noticias. La guerra en la franja de Gaza es un horror con raíces hondas y complejas, y no parece que la violencia vaya a solucionar nada. En verdad, la violencia nunca ha sido solución ni para vencer ni para convencer, aunque es una tentación próxima al fuerte… y al pobre, en la que se suele caer con facilidad. Que cada uno implore a quien le plazca para que Irán no entre en este desaguisado.

A excepción de los perturbados mentales necesitados de medicación, en los matrimonios, o en las parejas más o menos de hecho, cuando se llega a la violencia es porque se ha fracasado en el amor mutuo y en el diálogo. Las muertes por violencia doméstica en 2008 en España no han bajado, y siguen siendo tan salvajes como antaño. La guerra es el mayor desastre internacional, y ahí la tenemos; los matrimonios en desintegración son el mayor desastre social, y ahí están.

Otro dato aterrador es el número de abortos que se practican, que en nuestro país crece sin parar. Dando por supuesto que lo peor del tema es la muerte de cientos de miles de inocentes, con las consecuencias claras para sus madres, hay que llamar la atención sobre el patético silencio social, y el grandísimo negocio con el que se lucran unos pocos gracias a las orejeras oficiales. Todos sabemos que abortar en España hoy es libre de hecho, y el Gobierno se empeña con cerril obstinación en hacernos creer lo contrario. Este gravísimo problema no es cuestión de que también se pueda abortar libremente de derecho, o de sembrar con preservativos institutos y colegios. No. Es un problema de desprecio grave por la vida no nacida, y de libertinaje absurdo para tapar la propia debilidad. Amén del fracaso de insistir en los medios que se han demostrado estériles, cuando no azuzadores del problema. Si los políticos o las fuerzas sociales no lo remedian, en 2009 daremos otro paso de arraigo de este tremendo cáncer social y personal. Y que quede claro, esto no es un problema de fe o de creencias.

Todo esto aderezado por una crisis económica evidente desde hace meses, y no por ello negada hasta la saciedad por el Gobierno. Superficia-lidad y amor a la poltrona. Gobernar lo efímero, hoy y ahora, sin tener en cuenta las consecuencias a medio y largo plazo. En 2008 llegamos a los tres millones de parados, en 2009 alcanzaremos los cuatro millones. Este es el pleno empleo prometido en la campaña electoral. Veremos qué ocurre en las elecciones europeas, vascas y gallegas.

Nos salva el deporte en casi todas sus modalidades. El peligro es que se convierta en pan y circo para todos, en una especie de refugio personal y colectivo donde esconder la cabeza hasta que pase la tempestad. También el deporte del naipe, y si no que se lo digan a los “amigos” de partida de Uría, el empresario vasco recién asesinado por ETA. Las cartas en un ‘bareto’ de pueblo para acallar la conciencia, que de tanto machacarla ya no tiene fuerzas para gritar.
Como guinda llegan los ateos para hacer campaña en los buses de Barcelona. Por una parte me parece estupendo porque el ejercicio de la libertad siempre es reconfortante, y ellos lo hacen. Por otra, les animo a replantear un punto de su slogan. Afirman que “probablemente” Dios no exista, por lo que no conviene preocuparse. Desde luego, la existencia de Dios no es un problema para los creyentes, más bien todo lo contrario. Deberían reflexionar sobre ese “probablemente”, no vaya a ser que las probabilidades de que Dios exista se conviertan en realidad, y estén sembrando la sociedad con el susodicho pan y circo, que ya los romanos empleaban como narcótico social.
 

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