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Madrid, víctima de la hoguera de vanidades del PP

El 9 de septiembre de 2014 a las cinco de la tarde, la alcaldesa Ana Botella decidió hacer oficial lo que era un runrún cada vez más fuerte en los mentideros de Madrid: no se presentaría a las elecciones municipales. Iba a escribir que no volvería a presentarse a alcaldesa, pero entonces recordé que nunca se ha presentado a la alcaldía: el cabeza de cartel, allá por mayo de 2011, era Alberto Ruiz-Gallardón que, como mucha gente intuía, permaneció en el cargo unos seis meses para marcharse, sin mirar atrás, al Ministerio de Justicia.

Así que, volviendo a Botella, la alcaldesa que puso el PP se va cuando el PP la quita: la gestión de Ana Botella, que nunca ocupó el cartel electoral, nunca podrá ser evaluada por los madrileños en las urnas. Esto debe ser lo que el presidente Rajoy entiende por elección directa de alcaldes: yo lo pongo, yo lo quito y los electores no tienen nada que decir al respecto. La conclusión es clara: el PP no se toma en serio el Ayuntamiento, lo ha convertido en un tiovivo en función de sus intereses partidistas. Toda una capital de España está sometida a las vanidades del PP.

Esta situación es, en mi opinión, síntoma de una mala praxis democrática del principal partido de España: los dirigentes políticos deben ser elegidos por los ciudadanos, no por las cúpulas de los partidos. La trayectoria de otra personalidad destacada del PP, Esperanza Aguirre, también ejemplifica ese déficit democrático: ¿o cómo se puede calificar que una persona gane unas elecciones, se retire poco después de un año aludiendo a razones personales y desde entonces esté amagando con volver a la primera línea vía la alcaldía de Madrid? ¿Cuánto tiempo estará en el Ayuntamiento si se presenta, señora Aguirre? ¿Y ocuparía un acta de concejal en la oposición o sólo pretende cubrir su ambición ocupando el despacho principal del Palacio de Cibeles? 

Aguirre, Botella, Rajoy, Gallardón… En definitiva, todo parece una mera lucha por el poder, sin que nadie se preocupe por lo verdaderamente importante: el bienestar de los madrileños, los servicios sociales de la ciudad, la limpieza de sus calles, el transporte público, las bibliotecas, sus instalaciones culturales… En lo personal deseo lo mejor a Ana Botella, pero políticamente su gestión no se ha ajustado a lo que necesita una gran ciudad como Madrid. Y su forma de decir adiós me reafirma en esa idea.  

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