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Máxima indefensión

Pablo Sagastibelza

En este mismo espacio, hace años, narré en primera persona el atraco sufrido a manos de Continental Airlines: una estafa con maltrato en toda regla, que la compañía solventó sin vergüenza con un ridículo cheque de 100 dólares para gastar… en uno de sus billetes. Por supuesto, nunca he vuelto a volar con la peor compañía aérea del mundo.

Desgraciadamente una y otra vez la historia se repite contra los consumidores. En poco más de un mes he acumulado varias situaciones semejantes a aquella que titulé Continental Airlines. Nunca mais. Iberia, Mango, Banco de Castilla-La Mancha, La Alpargatería, Renfe, Correos,…, sectores empresariales muy diferentes, misma mentalidad de funcionario (en el mal uso del término) despreocupado de la marcha de su empresa. Asalariados que huyen cuando se acerca el lobo en forma de cliente. Almas que gritan en cuanto pueden el famoso “vuelva usted mañana”. Personas incompetentes a quienes aterroriza asumir responsabilidades. Gentes, en fin, que hacen lo mínimo de lo mínimo, para quienes el cliente no es siempre lo primero, sino más bien lo último.

Unos ejemplos para ir a lo concreto. Por cosas del destino días atrás facturaba en mostrador Business Class de Iberia, se supone que máximo nivel de atención al consumidor. Nada más lejos. “Se nos ha estropeado el sistema, vaya usted al mostrador a resolver el problema”. En el mostrador no resolvían problemas. Hoja de reclamaciones (media hora o más para hacer cola y rellenar papeles) que caerá en saco roto.

Compra por la red en Mango. Aviso por correo electrónico de que en la tienda ya está el producto. Dependienta que lamenta mucho que la camiseta no esté en el establecimiento, a pesar de la buena noticia del email. “No se preocupe, seguro que se la envían a casa sin coste, de eso me encargo yo”. Llamada al día siguiente confirmando que la prenda sí estaba en tienda, y que nada de envíos a domicilio. Hoja de reclamaciones, que caerá en saco roto.

“No es mi sitio, la clave no me deja entrar, estoy sola, son códigos que no he usado nunca, vuelva mañana”, me decían en el Banco de CLM. Menos mal que en el segundo día de visita insistí, puse muy mala cara, y después de casi una hora me marchaba con todo resuelto, dejando claro que “todo” se podría haber solucionado en quince minutos. Hoja de reclamaciones, que caerá en saco roto.

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