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10 años del 11-M

El pasado día 4 tuve la ocasión de estar presente con María del Mar Blanco y la alcaldesa de Madrid en la presentación del concierto homenaje a las víctimas del terrorismo en el Auditorio Nacional de Música y que contará con la presencia de Su Majestad la Reina.

En dicha presentación se hizo mención a la barbarie que ha supuesto para todos el terrorismo, precisamente ahora que se cumplen diez años de aquel fatídico 11 de marzo de 2004 donde perdieron la vida 191 personas y hubo más de dos mil heridos. Esa fecha estará marcada para siempre por la tragedia que el terrorismo perpetró contra todos los españoles. No olvidar aquel ataque contra nuestra nación, y recordar a sus víctimas es la mejor manera de defender esos valores en los que se basa nuestra convivencia.

Yo soy un optimista. Creo que el terrorismo puede ser vencido y creo que vamos por el buen camino, si bien tenemos que terminarlo. Y dicho fin solo puede ser el que suponga de forma clara que haya vencedores y vencidos. Estos últimos los terroristas, y los primeros las víctimas en particular y todos los españoles en general. Este es un asunto que nos afecta a todos, porque una barbarie hecha a uno es una amenaza hecha a todos. Y no valen amagos de rendición que lo único que buscan es un titular de un periódico, en vez de ser el medio para conseguir el fin que todos anhelamos, que no es otra que la derrota total y final del terrorismo.

Y es que para combatir el terror no es solo la capacidad de medios lo que verdaderamente cuenta. Bajo mi punto de vista hay algo que está delante de ese factor y que es más esencial: la voluntad de derrotarlo.

Para ello los gestos son importantes y lo que no era de recibo es que, en fechas tan señaladas, en años anteriores los medios de comunicación se ocuparan más de las divergencias entre las distintas asociaciones en contra del terrorismo que de forma individual hacían su particular homenaje a "sus" muertos, que de la consideración y el respeto a las víctimas. Afortunadamente eso no va a ocurrir ya. Todas las asociaciones van a estar juntas en un solo acto. Si no actuáramos así, quedaríamos atrapados en diversas formas de lo que se conoce como el dilema del prisionero, que pude predicarse de las situaciones en que los participantes dejando a un lado la cooperación y persiguiendo su propio interés, consiguen solo salir todos perdiendo.

Y es que la mayoría de nuestras equivocaciones y errores no proceden de una incapacidad intelectual, sino que nacen por lo general de una debilidad moral. De un deseo de ver las cosas como nos gustarían que fuesen y no como en el realidad son. Con los terroristas no se negocia, se les hostiga con toda la fuerza del estado de derecho y se les vence. Y a los observadores internacionales que vienen a ayudarnos solo me queda ofrecerles la frase de Leonardo Da Vinci. Decía que había tres clases de personas: aquellas que ven, aquellas que ven lo que se les muestra y aquellas que no ven. Que cada uno se sitúe donde le corresponda.

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