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La necesidad de una política cultural de amplio espectro

En 1981, un periódico de Philadephia se quejaba amargamente de la imagen negativa que proyectaba la ciudad. Unos días antes, una ballena que se había adentrado en el rio Delawere quedó varada cerca de Philadelphia. El demoledor titular que ofrecía un diario de New Jersey era: “Una ballena ve Philadelphia y muere”. El Philadelphia Magazine  utilizaba la noticia del titular de ese rotativo neoyorquino para que reconocer que, en efecto, la ciudad tenía un grave problema de imagen. Pero ete aquí que 25 años más tarde el National Geographical Traveller dedicaba un extenso reportaje a Philadelphia, a la que nominaba como la “Next Great American City”, comentando que si en los 90´s se había afianzado Seattle como “la ciudad de moda”, Philadelphia era la ciudad estadounidense mejor situada en la primera década de este Siglo. Entre ambas opiniones tan extremas sobre la misma ciudad, la distancia no era solo temporal ya que durante las dos últimas décadas, la capital de Pensilvania realizó un importante esfuerzo para mejorar su situación económica/social y relanzar su imagen. Y la cultura fue un elemento clave en todo este proceso, vinculando la imagen de la ciudad a los valores que estaba creando.

Madrid, obviamente, está a años luz de Philadelphia, ya que la ciudad española es excepcionalmente rica en lo referente a la cultura, por lo menos de una manera superficial. Así, pocas ciudades del mundo pueden ofrecer un conjunto de pinacotecas tan sugestivas como El Prado, el Museo Reina Sofía o el Thyssen. Desde Velázquez hasta Picasso, de Manet a Pollock, el registro de artistas presente en los museos de la capital es algo realmente fastuoso. Si a eso le sumamos las maravillosas localidades que circundan Madrid como Aranjuez, El Escorial o Alcalá de Henares, podría pensarse que va a ser difícil superar los registros de nuestra Comunidad en los referente a cultura. Pero una vida cultural amplia es algo más que grandes museos, grandiosos palacios y exposiciones mediáticas. Y es que en el Siglo XXI La Cultura (con mayúsculas) es una forma de afrontar la vida y las relaciones, una manera de enriquecimiento personal. Y es que en una Sociedad basada en el sector terciario como el que vivimos, la oferta de cultura no puede ser considerada un lujo, sino una necesidad, por lo que debería ser un eje básico en el desarrollo humano de una localidad como Madrid. Pero no sólo se trata de ofrecer un servicio desde una mirada vertical, donde el Ayuntamiento correspondiente o la Consejería de la Comunidad «ofrezca», sino de colaborar y potenciar un servicio de igual a igual, de una manera trasversal entre los poderes públicos y los ciudadanos. Por todo ello hay que remarcar la importancia que desde el Grupo de Ciudadanos en la Asamblea de Madrid se está otorgando a la necesidad de revitalizar la vida cultural de nuestra Comunidad. El reconocimiento al Cardenal Cisneros y su obra, la rehabilitación de la docta herencia de nuestro Premio Nobel Vicente Aleixandre, o impulsar y proteger la cultura audiovisual han sido algunas de las preocupaciones de este grupo político, en especial de la joven y prometedora diputada Esther Ruiz, Responsable de Cultura de Ciudadanos en la Comunidad de Madrid. Y es que es de agradecer que Esther Ruiz este intentando (y en parte consiguiendo) dar un vuelco a la anquilosada política cultural en nuestra Comunidad, con propuestas novedosas, interesantes y en cierto modo incluso rupturistas, pese al nulo apoyo que están recibiendo sus mociones desde el grupo parlamentario del PP en la Asamblea de Madrid. Ya cuando fue entrevistada hace meses por este diario hizo hincapié en la necesidad de ubicar a la Cultura (en su más amplio sentido de la palabra), en el lugar preferente que se merece. Y es que en las Capitales más representativas de nuestro entorno, la Cultura ha pasado de ser considerada como un instrumento para mejorar la imagen de la ciudad a convertirse en un objetivo en sí mismo, y no solo por su impacto directo en la economía local y en la venida de visitantes (por cierto, un día habrá que hablar de la inexistente política turística del PP en la Comunidad de Madrid), sino también como un aspecto básico y primordial en la calidad de vida de sus habitantes. Y es que en una Sociedad basada en el sector terciario como el que vivimos, la oferta de cultura no puede ser considerada un lujo, sino una necesidad, por lo que debería ser un eje básico en el desarrollo humano de una Comunidad como la madrileña.

Porque, como dijo el escritor y político francés André Malraux, La cultura es lo que en la muerte continúa siendo la vida”.

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